Uno de los psicólogos más mediáticos de los últimos tiempos ofrece una disertación fantástica sobre el perdón en su libro ¿Qué esconden nuestros hijos? Javier Urra, el autor de este volumen, habla del perdón como un elemento liberador en nuestras vidas, cuyo ejercicio puede dar paso a una nueva relación con el sujeto objeto de nuestra petición de perdón. Además, una de las cosas más motivadoras de este pensamiento es que a través del perdón generamos una nueva identidad hacia la persona herida y hacia nosotros mismos, lo que en algunos casos es toda una revelación.

No se sabe si los populares de la Región han leído la disertación expresada en el libro por Urra, pero hace días que andan clamando que se le pida perdón a la actual consejera de Agricultura y antes concejala en el Ayuntamiento de Murcia, Adela Martínez-Cachá. Desde el Gobierno regional también se ha invitado a que se haga el ejercicio liberador desde las filas de la oposición para que todos aquellos que la criticaron en su día o le pidieron su cargo puedan ahora entablar una nueva relación con el cargo público.

Nada que objetar a esta petición, teniendo en cuenta que el caso Guardería ha sido archivado (por cuarta vez por lo menos) y la ha exonerado de ser investigada por el derribo de la escuela infantil de uno de los barrios más degradados de la ciudad, que ella aprobó por estar en junta de Gobierno, es decir, que pasaba por allí.

Sin embargo, hay mucho que objetar si miramos quién está exigiendo ese perdón. Exige que le pidan perdón a Cachá el mismo partido que no ha aplicado esta misma medicina para todas las tropelías que, en los veinte años de reinado de los populares, han cometido en el municipio de Murcia y en la Región distintos cargos públicos del PP. Los primeros que deberían salir clamando perdón son, sobre todo, el que fuera alcalde de Murcia cinco mandatos, Miguel Ángel Cámara, y su exconcejal de Urbanismo Fernando Berberena, principales actores protagonistas de la demolición de una infraestructura pública, que fue recluida en barracones, donde se ha hacinado a los menores de edad durante casi una década. Los receptores de este perdón debieran de ser los vecinos del barrio de La Paz, que han sido engañados, ninguneados y olvidados, en ese orden.

Puestos a pedir perdón e iniciar una nueva vida gracias a esa redención, el PP debería también mostrar en público su arrepentimiento por los distintos asuntos judiciales que asombran día sí y día también a los parroquianos de esta Región -tales como el caso Umbra, Barraca, Auditorio, Novo Carthago, Púnica, etc.- y por los proyectos fallidos que han costado un pastizal y que siguen empantanados. A bote pronto y solo por citar algunos, debería pedir perdón por el no soterramiento de las vías del tren en la zona sur de Murcia, la no llegada del AVE y tener un aeropuerto construido y cerrado desde hace años.

Pero, sobre todo, debería pedir perdón por mentir tanto y de forma tan intensa. Ojiplático se queda el personal cuando se detiene en sus declaraciones y al poco tiempo acaba cerciorándose de que no han dicho la verdad. Por nadie pase.