Nos gusta castigar. En España lo hacemos, normalmente, con el que no piensa como nosotros, y obligamos a la gente a pagar justos por pecadores. Especialmente en el cine, cuando hay que ´meterse´ con el mundo de la cultura (en el que jamás incluiría, por ejemplo, a Willy Toledo, que ha arremetido, sin sentido alguno, como acostumbra, contra Marta Etura). Es lo que ha sucedido con El guardián invisible, aunque por suerte parece que no ha llegado a pasarle factura la falta de razonamiento. No, no está bien que una actriz de su reparto, vasca y nacionalista, salga insultando a los españoles en una televisión (pública), mucho menos cuando el nacionalismo es un sentimiento y los que así lo experimentan piden respeto. ¿O merecen menos de ese respeto los que se sienten españoles? Sin embargo, por el comportamiento de un compañero de trabajo no debería caer un buen filme, en el que el equipo que come de él es mucho más amplio de lo que imaginamos. Quédese sentado al terminar cualquier película y dedíquese a leer los créditos. Si tan poca gente lo hace es, precisamente, porque se hace eterno. También pasó algo similar con Fernando Trueba y La Reina de España -dirán muchos-, pero en su caso los compañeros salieron a arropar al capitán del equipo y, en el caso de la película de Fernando González, las disculpas y la desvinculación no podrían haber llegado antes. «Con la comida no se juega», se le dice a los niños. Apliquémonos el cuento.