1. Un presidente con la Justicia en los talones, imputado en el Auditoriogate y por imputar próximamente en el caso Púnica. Impuesto en su día por Valcárcel, vaya usted a saber por qué, y que desde que entró en el Gobierno lleva poniendo a la región a los pies de los caballos con sus embrollos judiciales. En permanente huida hacia ninguna parte. Desafiando la lógica política con su enrocamiento irresponsable, su ceguera política, o la anteposición de los intereses personales a los de los murcianos. Imbuido de unas ansias de poder que van más allá de la legítima ambición política. Aferrado a un cargo que siempre se le ha resistido y por el que está dispuesto a quemar las naves institucionales y todo lo que se le ponga por delante. Jaleado, al menos de puertas para fuera, por un partido desnortado que no acaba de ajustar cuentas con su pasado más tenebroso, el de los años de la especulación, del despilfarro, de las tramas corruptas, y que persiste en mantener a doce imputados en cargos institucionales. Un presidente, PAS, que es una bendición caída del cielo para una oposición dividida, fragmentada, incapaz de articular una alternativa viable, pero que crece, se fortalece con su desgaste y casi prefiere verlo atornillado al sillón antes que dimitido.

2. Una Casa Real enfangada en los negocios más sucios. Un yerno/cuñado del rey que urde tramas empresariales sin aparente ánimo de lucro y se beneficia de millones de euros de fondos públicos. Con una esposa amante, licenciada en Economía, que trabaja en un banco, pero desconoce cómo se va amasando la fortuna familiar o cómo se paga el palacete en una de las zonas residenciales más exclusivas de Barcelona. Una infanta para quien vivir es fácil con los ojos cerrados. O eso quiere hacer creer (les ha hecho creer, de hecho) a los jueces. Absuelta por el módico precio de 265.000 euros. Un infante consorte condenando a seis años y tres meses de cárcel (bastantes menos de los que pedía el fiscal) que sigue paseándose en bicicleta por Suiza como Pedro por su casa. Una ciudadanía hastiada, indignada, que pone el grito en el cielo pero termina resignada, casi aceptando el derecho sagrado de los poderosos a ser tratados en esta tierra con diferente vara de medir. Admitiendo mansamente que la justicia no es igual para todos. Un rey abdicado que sigue a lo suyo, a lo de siempre; y otro entronado por encima del bien y del mal.

3. Unos fiscales intimidados «como con la mafia de los años veinte», en palabras de uno de ellos, López Bernal. Quijote armado caballero para luchar contra la corrupción en la región, insultado, presionado, querellado, con el domicilio de uno de sus compañeros asaltado, y ahora relevado porque según el ministro, curiosa coincidencia, tocaba. Un Gobierno que no cesa, siempre que puede, de meter sus sucias manos en los asuntos de la Justicia.

4. Un partido envuelto en una bandera. En un lienzo estelado bajo el cual esconder, encubrir, su corrupción, sus mordidas, sus comisiones ilegales del 3% a cambio de obra pública. Nada nuevo bajo el sol, es verdad. Esto mismo estuvo haciendo el PP durante años con sus Correa, Bárcenas, su ya probada financiación ilegal... Cada cual cubierto con su bandera, cobrándose día tras día el botín de su amor por la patria. Por España, por Cataluña. Entre los más señalados, el clan Pujol, arropado por Convergencia, prometiendo la Arcadia feliz con la independencia mientras sus vástagos cogían los millones a manos llenas y corrían a depositarlos en paraísos fiscales. Lo dice el exfiscal Villarejo: han sido, éstos, tiempos de abuso de poder, de completa ausencia de ética pública y desmedida codicia.

5. Bancos, cajas de ahorro en quiebra. El sistema financiero en ruinas. Millones de españoles empobrecidos por la crisis, condenados al paro, vampirizados por preferentes o cláusulas suelo obscenas. Nada que impida a muchos directivos bancarios seguir saqueando sus entidades, al Estado, a sus clientes. Un banco entre otros, Bankia, con 66 consejeros, de toda clase y condición, confundidos todos los colores, protagonizando uno de los episodios de rapiña más abyectos de nuestra historia reciente. Con Blesa, compañero de pupitre de Aznar, y Rato, exvicepresidente económico de su Gobierno, a la cabeza, dirigiendo el abordaje. Atribuyéndose sobresueldos millonarios, jubilaciones de escándalo o el uso de unas tarjetas opacas con las que sustraer cientos de miles de euros o pagarse las mejores juergas. Pornografía bancaria de la fuerte.

6. Todo un presidente de los Estado Unidos más 'pallá' que 'pacá'. Con su America first, otra bandera con la que envolver su demencia y de paso defender, proteger, sus negocios? Un narciso infantilista, un egocéntrico irredento para el que cualquier camino conduce primero al 'yo', después al 'yo', y siempre al 'yo'. Lo que lleva a preguntarse «cómo la nación democrática más poderosa del mundo ha podido elegir a tal enfermo mental para tan alta función». Palabras que en su día iban dirigidas al 28º presidente de los Estados Unidos, Thomas W. Wilson (1913-1921) pero que parecen hoy escritas para Donald Trump, de quien muchos dudan sobre su capacidad para gobernar. Sostenía Freud (nos recuerda la psiquiatra Roudinesco) que América había colocado al frente del país a un presidente loco que se creía el Mesías, a un déspota iluminado (lo peor que le puede ocurrir a un dirigente, en su opinión). Y algo parecido le puede estar ocurriendo hoy en día a este tuitero compulsivo, aunque la 'locura' de un déspota no baste para explicar por sí sola la deriva de una nación.

He aquí seis historias con un hilo argumental: la corrupción y la desmesura. Seis crónicas sobre la codicia, la rapacidad. Seis capítulos de una película por rodar sobre el lado más oscuro de la política. Seis relatos salvajes.