La política no es una ciencia exacta y eso impide prever el curso preciso de los acontecimientos. Pero tampoco es irracional y se pueden interpretar los hechos, analizar los factores en juego y establecer conclusiones sobre el futuro probable de los acontecimientos. En estas condiciones, yo arriesgo este pronóstico: PAS no aguantará en la presidencia y no pasará de marzo, el mes del dios de la guerra (perdida en este caso) y de los idus fatales que terminaron con el divino César.

Me atrevo a afirmar esto analizando los hechos y sus tendencias. A PAS le interesaba que la crisis de sus inevitables imputaciones fuera sobre todo asunto doméstico, de la esfera murciana hasta donde se pudiera, pero ha alcanzado muy fuerte repercusión nacional en un contexto muy malo para sus intereses. Tanto foco mediático lo va a terminar achicharrando. Un político regional cuyo nombre era difícil de recordar hasta hace poco para el propio Rajoy es ahora muy conocido en toda España, y asociado a la corrupción y a maniobras de manipulación de la justicia para permanecer en el cargo.

Esta elevación de la crisis política murciana coloca al propio Rajoy bajo una fuerte presión. Pero el presidente español es ahora vulnerable por su dependencia de otras fuerzas políticas para gobernar, y ya no puede resistirlo todo. Necesita acuerdos y la crisis murciana y sus derivadas (como la grave crisis de la fiscalía) le complican mucho la búsqueda de estabilidad y acuerdos. El regreso a la actualidad de la cuestión de la corrupción a cuenta de los grandes juicios que vienen de la etapa anterior (Gürtel, Nóos, tarjetas Black, Púnica, etc.) define además un contexto muy negativo para una resistencia prolongada que no para de erosionar al PP.

Ciudadamos, por su parte, se juega tanto que no puede ceder sin dinamitar su credibilidad. También es un partido prisionero de sus palabras, y aunque en el pasado ha dado giros copernicanos respecto de sus compromisos públicos (como cuando Rivera afirmó que nunca apoyaría a Rajoy para presidente), ahora no puede volver a permitírselo sin un coste altísimo por un asunto regional pero con evidente proyección nacional. Por eso ejercerá su capacidad de presión contra PAS llevándola al límite si se le obliga. Ese límite es la moción de censura y un apoyo a un candidato que no sea del PP.

Y ahí está también el límite del PP: no permitirá perder la región y antes de eso sacrificará a PAS, con el que hasta ahora ha cerrado filas sin fisuras. PAS sabe que se lo juega todo y mantiene una firmeza que puede ser finalmente suicida: en vez de pilotar la lógica salida política de su relevo como líder del partido (la solución más económica y racional para los intereses colectivos de su formación) se enroca buscando su proclamación unánime como jefe en el inminente congreso regional sin que se permitan fisuras ni titubeos que pudieran derrumbar el castillo de naipes de la que es en gran medida una simulada fortaleza. Y el partido en Murcia le sigue ciegamente hasta ahora porque el PP no es en realidad un partido democrático, con debates y diferentes posiciones políticas, sino cesarista, tanto aquí como en Madrid, tanto antes como ahora. Pero como toda estructura de poder puesta en situación de supervivencia, se termina por convertir en una máquina de exterminio capaz de sacrificar al padre. Todos quieren a PAS (como antes quisieron, por ejemplo, a Aznar) pero quieren aún más sus cargos.

Cuando se proclama que «no hay plan B» no se dice la verdad. Si el TSJ sigue adelante con el caso tras la declaración de PAS del 6 de marzo, la situación dará una nuevo giro y la presión alcanzará un punto irresistible. La acción de gobierno es cada vez más irrelevante (para lo bueno y para lo malo) frente al único tema que importa ya. El ambiente se está haciendo irrespirable, sin que haya vuelta atrás. ¿Alguien se puede imaginar mantener esta tensión el resto de la legislatura? Entonces se percibirá que hay un plan alternativo y que consiste en el relevo de PAS.

Tenemos que descartar como falsa salida de un adelanto electoral en la región. Si la debilidad actual de los adversarios del PP permitiría creer que esa es una salida satisfactoria, en realidad el PP no se atreverá a una campaña con PAS de candidato si no está libre de imputaciones que giraría inevitablemente sobre el eje de la corrupción y que con la actual ley electoral que obliga a la mayoría absoluta de votos para conseguir la mayoría absoluta de escaños) hace prácticamente imposible para el PP hacerse con el gobierno de la región sin el apoyo de Ciudadanos.

El actual presidente murciano se encuentra abocado a un callejón sin otra salida que su relevo. Ha comprometido ya el valor de su palabra, está vulnerando el respeto a la Ley de Transparencia de la región y está incumpliendo el pacto de investidura con Ciudadanos. Además está sometiendo al PP a un desgaste extraordinario dentro y fuera de Murcia. La pequeña venganza personal de obtener la cabeza del fiscal Bernal no solo no va a servir de nada sino que se puede estar volviendo en su contra. Nunca ha sido Bernal tan conocido y popular, y además puede no habérselo quitado de encima en el 'caso Auditorio'. La capacidad de aguantar todo esto es ya muy limitada. Si el TSJ no le exonera el 6 de marzo, y esto es muy improbable, creo que estará el presidente abocado a la dimisión, y el PP a negociar un nuevo candidato con Ciudadanos. Este es el verdadero plan B del que no se quiere, de momento, hablar.