Es el Quijote uno de los personajes más geniales, contradictorios y poderosos de la mitología literaria de todos los tiempos, y una identificación de humanismo, idealismo y también realismo que hacen del personaje de Cervantes un signo de disidencia en la libertad, en el encuentro de la utopía (idealismo renacentista) y la realidad (existencialismo barroco), concertándose en una novela moderna, la primera en la historia de la literatura, el primer signo de modernidad literaria, adelantada y con influencia también a dos movimientos distintos y futuros de Cervantes, el Romanticismo y el Realismo.

El Quijote es parodia mítica en un lugar insólito, La Mancha, concertándose narrativamente en una perspectiva de juego de espejos, sobresaliendo como una vívida máscara de trasgresión. Pero el Quijote no sólo es una novela paradigmática, la más traducida, llevada al cine en múltiples ocasiones, al teatro, a la ópera, un personaje que ha seducido a los más grandes pintores y escultores, sino que, desde una perspectiva estructural, es también una novela de novelas, porque en ella viven diversas y distintas fórmulas noveladas (novela de amor, de caballerías, morisca, pastoril, picaresca, bizantina y de aventuras), donde se insertan todos los géneros (épico, lírico, dramático y cómico) y estilos (prosa, verso, diálogo, discursos, filosofía, leyendas, fábulas y más de trescientos refranes); una enciclopedia de la vida, con cuatrocientos personajes que hablan o se nombran. Esta es la novela moderna.

De otra manera, el verdadero interés del personaje transgresor, insumiso, libre y rebelde que es el Quijote, queda montado sobre una precisa estructura novelada, pero desde un variado y perspicaz lenguaje. En este sentido, dice Antonio Machado que «Cervantes deja que la lengua de los arrieros y de los bachilleres, de los pastores y de los soldados, de los golillas, de los buhoneros y vagabundos piensen por él. Desde este punto de vista, el Quijote viene a ser como la enciclopedia del sentido común español, contenida en la lengua española de principios del siglo XVII». Pero Cervantes lo que desea es crear un personaje que, a fuerza de hacernos creer que es un loco (¿es un loco el Quijote?), desde una evidente disidencia, remueve las conciencias hace cuatrocientos años. Renace así, en el reciente aniversario de su creación, toda una diversidad de descreencias sobre la locura. Y es un personaje moral y didáctico porque el Quijote contiene una pedagogía en marcha, que se rehace con el tiempo. Así, en los trabajos de lectura y comentario textual que se vienen desarrollando en los centros de enseñanza, una niña de Primaria ha dicho: «Mi abuela Lázara y su amiga María serían como Don Quijote y Sancho Panza; mi abuela es muy generosa con las vecinas y ayuda y recoge a los perros y gatos que se encuentra abandonados; en cambio su amiga se pasa la vida diciéndole que eso no se hace, que para qué quiere tantos animales, y que se gasta dinero en ellos, pero siempre está en su casa para que la invite a merendar. Pero mi abuela no se enfada con ella, se quieren mucho y son inseparables, una vez que a mi abuela la llevaron al hospital, su amiga lloraba porque la echaba de menos».

Así pervive el Quijote en la memoria de los siglos, desde el idealismo y la utopía y su relación con la aparente realidad. Preguntando sobre la relación del Quijote en nuestros días, otro niño comenta: «En estos tiempos, Don Quijote lucharía por los vagabundos y emigrantes que mueren de hambre y frío, y les daría casa y comida. También lucharía por la defensa del medio ambiente, por la paz, para que no hubiese más guerras». Hermosa y abierta lección de análisis de texto, aún no cauterizada por los sabios estrategas de doctrinas inamovibles. En nuestros colegios e institutos ven al Quijote como un héroe, alguien bueno y distinto. Un maestro que nos educa en valores y que perdura, que se mantiene por los siglos en la memoria de los hombres.

Joseph Conrad, nos dice: "«El ejemplo más ilustre, don Quijote de la Mancha, sigue siendo para todo el mundo el único hidalgo genuino y eterno». A Don Quijote, como nos señala Rubén Darío, nadie le ha podido vencer todavía, porque es todo fantasía y todo corazón («Noble peregrino de los peregrinos, / que santificaste todos los caminos / con el paso augusto de tu heroicidad»). Esta gallardía innovadora en la obra cumbre de la literatura, que según Menéndez y Pelayo es «el último de los libros de caballerías, el definitivo y perfecto, el que concentró en un foco luminoso la materia poética difusa, a la vez que, elevando los casos de la vida familiar a la dignidad de la epopeya, dio el primero y no superado modelo de la novela realista moderna», es también el que contiene todos los ingredientes de una obra maestra del ingenio, determinado por la parodia de los libros de caballeros andantes en la primera parte, que surge agigantado por un tono de heroísmo moral en la segunda. Ya no es el Quijote vapuleado, sino el disidente respetado por la grandeza de un espíritu de formulación ideal del mundo. Este es ya el Quijote universal y eterno.

Razón y locura están en esa frontera que se enfrenta al individualismo, al egoísmo humano. Y por ello no muere don Quijote, porque su muerte física es sólo el final de una aventura, no de un símbolo, de un mito transgresor que se convierte en pedagógico disidente en toda circunstancia, recreándose en el intertexto lector un enorme respeto y un aprecio inusitado. El personaje toma vida, irrumpe en las conciencias, sobresaltándolas. Tal vez porque el estrafalario hidalgo consigue hacernos pensar en aspectos morales desatendidos y nos reclama, desde la insumisión, contra la injusticia (sembrada de obstáculos meta-reales) que golpea las conciencias. Esta enseñanza quijotesca, esta espléndida acción social y didáctica del Quijote de Cervantes, desde la aplicación de la fantasía pero en el aula de la realidad de la vida rehace una clara aspiración por un ideal ético y estético (vida, amor, justicia y libertad), su comportamiento idealizado desde una locura heroica que nos señala el camino para vivir con dignidad y con su magisterio que conforma esa pedagogía disidente desde una descreencia activa y polifónica.