Hoy no me viene bien comer contigo, por ejemplo. Eso es factible y entendible. No lo es, por ejemplo, dejar de pagar a Hacienda porque me viene mal sacar dinero de mi cuenta corriente bancaria, si no es de la caja fuerte doméstica con dinero más negro que Sidney Poitier; o tampoco voy a cumplir con las normas de tráfico, porque como diría alguien de otro tiempo, «a mí nadie me tiene que decir cómo debo conducir». Pues bien, todo esto parece a veces que ocurre con la Justicia.

Ahora no me viene bien que me citen a declarar porque están a punto unas elecciones generales o autonómicas y locales y me va a perjudicar. O, lo que es peor, tampoco me viene bien que ahora me detengan y me priven de mi libertad para hacer lo que me dé la gana. Como tampoco es buen momento que me investiguen el 3% de las comisiones ilegales. Pero la repera limonera es que te saltes la ley, te pases por el forro de tu chaqueta las sentencias del Tribunal Constitucional y encima pretendas dar una lección de democracia. Solo llegas 25 minutos tarde a declarar porque eres más chulo que el autobús número ocho de Madrid (capital de España, con perdón) y encima convocas a tus partidarios a la puerta del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, no para intimidar, por supuesto, sino para defender la soberanía de un pueblo. Y es que se está juzgando a todo un pueblo y no a unas personas que desobedecen la ley.

Ay, si Montesquieu levantara la cabeza, la cantidad de sardanas que iba a bailar en plena Rambla para explicar que el Estado de Derecho y la democracia es justamente lo contrario a lo que predican Mas o Menos y compañía. Pues sucede que a mí no me viene bien que se salten a la torera la ley y las sentencias, y que desobedezcan y se gasten el dinero público a sabiendas de que no se puede gastar en eso. Por el contrario, a mí sí me parece bien que se apliquen esas normas que ustedes, los políticos, como representantes del pueblo español, que es algo más, mucho más que cada uno de nosotros, han aprobado en el Parlamento de España, y si no están de acuerdo con ellas, una auténtica democracia lleva a cambiarlas en el foro adecuado, que es el Congreso de los Diputados y el Senado, pero no en las calles.

Por eso, no pongan a los pies de los caballos al tercer poder del Estado, que lo único que hace es cumplir con la ley que ustedes han aprobado. Lo contrario es fomentar el desequilibrio de los tres poderes de un Estado, que a lo mejor es lo que se pretende, pero entonces no hablen de democracia sino de 'trumpismo', que pone a parir a los jueces que le dicen que prohibir la entrada a EE UU de las personas que a él le parece bien no es constitucional. Su reacción no es la de cambiar la ley sino la de descalificar al juez. Cuando se construyen, no unos muros físicos, sino una separación moral e intelectual, es mucho más difícil de mantener y por supuesto de derribar. Pero para eso está la ley aunque no nos guste. Puede que no sea justo, pero es legal, y por mera seguridad jurídica prevalecerá siempre lo legal sobre lo justo cuando desgraciadamente esta dicotomía se enfrenta.

Así que no me vengan con historias, pues la mayoría del pueblo español, que no es tonto, es tan demócrata como usted y más aún porque no somete la democracia a los intereses particulares. Por eso, hoy y siempre a ese pueblo, guste a no, le viene bien cumplir la ley.