La ciencia que manipula componentes de la materia (átomos y moléculas), con el fin de modificar estructuras ya existentes y/o crear otras nuevas, comienza a suponer una revolución científica. En este siglo XXI viene preparándose una eclosión de los futuros cambios tecnológicos. Partículas no visibles. Ya convergen los nanomateriales, la nanoelectrónica,la biología funcional, y la química supramolecular.

Los conceptos de la NanoBiotecnología están modificando los pilares de la ciencia. Pensemos que los seres vivos son nanomáquinas responsables, tanto de su generación como del sostenimiento de la vida, porque cada orgánulo (dentro de la célula) y cada célula (dentro de su tejido) y cada tejido (dentro de su órgano), tienen el cometido de que funcionen con normalidad para conformar el ser vivo. Entonces comprenderemos que la vida nuestra se desarrolla a nivel molecular o diríamos a escala nanométrica. Un ejemplo bastante orientador serían los ribosomas, que son corpúsculos intracelulares que fabrican los aminoácidos que configuran las proteínas según las instrucciones preestablecidas (código genético) contenidas en el ADN de la célula. Richard Feinman tuvo la genial idea de preguntarse si estos ribosomas 'fabrican' aminoácidos ¿por qué no construir nanomáquinas especializadas?

En el año 2003 Halas y Colabs utilizaron partículas de oro que se pudieran usar como diagnóstico y tratamiento para el cáncer de mama. Un año después se aisló el grafeno a partir del grafito, que es una lámina plana de átomos de carbono dispuestos de forma hexagonal. Sus cualidades son extraordinarias, pues esta lámina es más resistente, elástica y dura que el acero (unas 200 veces); es ligera y flexible (más que la fibra de carbono) y posee propiedades eléctricas y ópticas que nos abren usos sorprendentes en el campo de la medicina. Comienza pues, 'anticipadamente', un siglo de ciencia ficción con las nanoestructuras o nanomoléculas (un nanómetro equivale a la milésima parte de una micra) encapsuladas para el diagnóstico y tratamiento de enfermedades evitando lesionar las células sanas. Intervienen en estas operaciones los microscopios electrónicos STM (con los que se puede ver la materia a efecto átomo y manipularlas). El futuro microscopio AFM, mide la fuerza atómica iónica para 'intercambiar átomos de posición'. Existen ya 'tejidos inteligentes', con grafeno, útiles para detectar arritmias cardíacas; para la recomposición celular con nuevos tejidos como la piel y para la reprogramación del ADN. Vestidos que no se arrugan ni manchan adicionados o no con sensores; depuración muy rápida de las aguas, etc.

Comienza la Nanomedicina en este siglo XXI de un modo tan vertiginoso que los que vamos atrasados ya estamos 'cogiendo tarde el tranvía', aunque podemos subir a él y aprovechar sus avances que darán un vuelco a nuestra evolución como especie. El Diagnóstico, la Reparación y la Recomposición celular será el porvenir de la Medicina regenerativa con nuevos órganos (riñones, hígado, corazón, etc.), evitando el 'rechazo' y la agresividad de los fármacos, usando dosis 'diana' para no dañar a las células sanas. Nanorobots cerebrales y/o ciborgs microscópicos, etc.

La formación de órganos, basada en la impresión y configuración de neo-tejidos y las 'impresoras biológicas 3D y 4D' ya mencionadas, complementan las funciones de los órganos artificiales, la reconstrucción ósea y muscular, el control del sangrado, etc.

Del grafeno se forman también los nanotubos, estructuras de átomos de carbono que se emplean como transportadores de genes. Entran en la célula sin alterar su membrana y circulan por la sangre sin dañar a los órganos, eliminándose por la orina. También realizar pequeños cambios posicionales del ADN e incluso que sirvan incluso como un filtro de nefronas en la insuficiencia renal.

Como las células son del tamaño de una micra, mucho mayores que las nanopartículas (milésima parte de una micra), resultará verosímil, como de ciencia ficción, que se puedan añadir para recuperar zonas cerebrales lesionadas, merced a una mini-gigantesca red de microchips (ahora no imaginada), y que se conexionen sus 'sinapsis' (funcionando como respuestas a los numerosos péptidos que 'deambulan por el cerebro'), acudan a sus zonas habituales y respondan a su actividad fisiológica.

Estos alucinantes posibles progresos nos permiten hacernos reflexiones y preguntas filosóficas, consideradas ahora irreflexivas, a lo Julio Verne, tales como: ¿Qué ocurrirá con los sentimientos, con la inteligencia, con el egoísmo, que no lo solucionan las religiones? ¿Qué estructura emocional nos darán los 'chips cerebrales'? ¿Qué pasará con la máquina de leer los pensamientos, como el psicógrafo de André Maurois? ¿Con 'nanopartículas cerebrales' mejorará la Depresión? La célula es miles de veces mayor que las nanopartículas usadas.

¿Será verdad que el lenguaje íntimo 'leído por el microchip' nos protege de nosotros mismos y el lenguaje en voz alta nos defiende de los demás? Bioética. ¿Todos estos elementos futuros nos conducirán a un nuevo tipo de convivencia, ahora insospechado?