Se conocen de sobra los efectos beneficiosos para la salud física y mental de las relaciones sociales abundantes en cantidad y calidad. Se espera que la riqueza de los contactos afecte más al estado de ánimo y a la sensación subjetiva de felicidad. Menos sabido es que disponer del apoyo de otros influye en las capacidades relacionadas con la inteligencia general, como la atención o la memoria. Cuanto mayor es la participación en actividades sociales menor es el declive cognitivo propio de la edad. Se trata de factores como vivir en compañía, participación en voluntariado o grupos de intereses o aficiones comunes, frecuencia de interacciones con hijos, parientes y vecinos, que influyen directa e indirectamente en las capacidades mentales.

Los adultos de mediana edad y ancianos con más apoyo social realizan mejor los tests de memoria y funciones mentales superiores. Las relaciones son recíprocas: el buen funcionamiento mental tiene efectos positivos sobre la calidad de las relaciones sociales y viceversa. En cambio, las personas mayores solitarias presentan con el tiempo mayor deterioro en sus funciones mentales, especialmente en la memoria. El componente social de cualquier actividad de ocio protege contra la demencia tanto como el componente físico.

Se atribuye a que las actividades sociales plantean retos cognitivos complejos y ponen en juego numerosas habilidades. Generan demandas cognitivas, como atención, pensamiento, lenguaje, funciones ejecutivas y rapidez de respuesta a señales sociales. Cuanto más contacto y más apoyo social se posea, existe también mayor acceso a información para tomar decisiones importantes, y a otros recursos, como recibir ayudas, asistencia o consejos útiles. La salud física mejora también gracias a que se pueden eliminar más fácilmente hábitos inadecuados y adquirir buenas costumbres: dieta, ejercicio físico, cuidado personal, cumplir con la medicación o controlar dolencias crónicas. El apoyo emocional que proporcionan las personas cercanas aumenta la resistencia a sucesos desagradables, lo que también mejora la salud general.

En general, fomentar las relaciones sociales contribuye a largo plazo a retrasar el declive normal que acompaña al envejecimiento y el deterioro patológico propio de las demencias o enfermedades mentales degenerativas. Las redes sociales virtuales pueden ayudar mucho a crear y fortalecer contactos y a atenuar la sensación de soledad. Pero son mejores las relaciones directas cara a cara, posiblemente por el esfuerzo asociado que llevan.

Curiosamente la riqueza de las relaciones sociales tiene un efecto beneficioso mayor en las mujeres que en los hombres. Datos epidemiológicos revelan que el aumento en la incidencia de demencia senil que se da en las ancianas de más de ochenta años parece deberse a que viven solas, ya que la mayoría ha enviudado y atraviesan etapas prolongadas de soledad.

Disfrutar de relaciones sociales de calidad y de emociones compartidas no es el único factor para tener una vejez sana y feliz. Lo ideal es añadir otros elementos importantes como el ejercicio físico. Una buena combinación a la que se puede añadir la música. Lo habrán adivinado: recomiendan a los mayores practicar el baile que, como señalaba recientemente la periodista científica Chelsea Wald en la revista Nature, lo tiene todo.