El mundo está lleno de caminos que recorrer, ciudades, senderos y lugares por descubrir. También de caminos internos que constituyen un viaje hacia la propia conciencia y la construcción de sí mismo. Algunas veces coinciden y el viaje exterior por ciudades y caminos del ancho mundo se acaba convirtiendo en un viaje interior que nos transforma y cambia en algún aspecto la forma de ver la vida. Para ello hay que caminar, como decía Walter Benjamin, con un sentido teológico del acontecimiento? con una actitud receptiva al mundo, abierta al suceso. Precisamente en esto se diferencia el peregrino del turista. El peregrino emprende el camino sabiendo que en algún momento del mismo, algo le puede hacer cambiar su forma de ver el mundo. Y en esa actitud es fundamental prestar atención a las cosas que pasan más que a las que tienen que pasar, transitar un tiempo no productivo, no rutinario. Un tiempo cuya durabilidad no está en relación con el movimiento sino con la conciencia de uno mismo. Tomar el tiempo infusionado, captado en pequeñas transformaciones variables.

Esta forma de viajar resulta cada día más difícil. Todas las ciudades del mundo se parecen hasta confundirse. Hoy se puede viajar por todas las capitales de Europa sin saber exactamente en qué país se está Pero es que hoy se podría viajar por todo el mundo permaneciendo en el mismo lugar. Los aeropuertos, los centros comerciales, las estaciones de metro, hospitales, cajeros automáticos? construyen lugares clónicos, sin identidad y sin historia. Sin duda, en la sociedad de las nuevas tecnologías y de la globalización, el planeta ha encogido. Hemos pasado a una humanidad reducida a una sola identidad. Como sostiene Marc Augé, la postmodernidad es productora de no lugares. Espacios que desvirtúan la personalidad de los individuos, los deconstruyen, que impiden establecer relaciones entre las personas. Lugares idénticos a otros lugares que repiten sus estructura organizativa en el espacio: salidas-nacionales-internacionales-pasaporte-control-zona-de-embarque-tiendas-ocio-cafeterías-starbucks-restaurantes...

El mundo rural, en cambio, aún ofrece una diversidad de paisajes, una multiplicidad que la ciudad ha perdido. Aquello que en el planeta no ha sido del todo homogeneizado. Poner en alza el patrimonio natural y cultural de estas zonas rurales que todavía no han sufrido el proceso de clonación o la agresividad constructiva, sería un buen objetivo de las políticas culturales. Y es un hecho que la demanda del sector turístico hacia productos que relacionan cultura y naturaleza es cada vez mayor. El Camino de Santiago constituye un ejemplo de esto que venimos contando. Se ha convertido en un referente europeo de desarrollo sostenible para zonas rurales de escasos recursos. Entendido como lo que es: una red de rutas rurales para practicar el senderismo, el cicloturismo, la peregrinación y en general el turismo ecológico, ha sabido poner en alza y cuidar el patrimonio natural y medioambiental por el que discurre. El hecho es que El Camino de Santiago recoge gentes muy diversas, que alegan hacerlo por motivos espirituales, deportivos o religiosos. Pero un proyecto así requiere tiempo, inversión y años de preparación. En el caso del Camino de Caravaca, habría que hacer un estudio previo para saber si el turismo religioso, ecológico y cultural ofrece posibilidades para el desarrollo regional, especialmente en las zonas rurales por las que pasa y, si es así, sería interesante empezar por crear sinergias entre los sectores público y privado, entre todos los agentes culturales, patrimoniales, turísticos y medioambientales. Con el objetivo común de diseñar un producto turístico sostenible que integre ecología, patrimonio, turismo, deporte, gastronomía, artesanía, historia, costumbres, literatura, etc? Pero este proyecto, además de entusiasmo jubilar, requiere de años de trabajo.

La Región de Murcia tiene mucho patrimonio rural que poner en alza. Por ejemplo, de la red de vías pecuarias existentes en nuestro país, 2.700 kilómetros discurren sólo en la Región de Murcia. Estas vías, además de permitir el desplazamiento de los rebaños, son corredores ecológicos que están adquiriendo un gran valor por su potencial para el turismo ecológico, deportivo y cultural; para el desarrollo económico de zonas desfavorecidas y que generan beneficios para el medio ambiente como la conservación de pastizales, lucha contra los incendios, conservación de ecosistemas que son compartidos por fauna, etc. Se trata de caminos de uso público, que son un bien común. De estos caminos generalmente nos olvidamos pues escapan al cortoplacismo-del-rédito-electoral. Sin embargo, podrían ser un buen recurso para el desarrollo turístico. Los recursos están. Además, sería interesante y novedoso en la Región de Murcia, poner en marcha modelos de desarrollo basados en valores ecológicos y responsabilidad medioambiental. Novedoso frente a las políticas desarrolladas hacia el turismo de sol y playa que han arrasado lagunas y litorales. Y tal vez con esta nueva comprensión del medio ambiente, igual también se alcanza la indulgencia.

El caso es que el aumento del tiempo libre en los países desarrollados, el envejecimiento de la población y el atractivo de un mundo natural en toda su diversidad, presentan un futuro alentador para el turismo ecológico y cultural.