Decía hace algún tiempo y en este lugar donde nevó este invierno, que con qué cara podían comer y dormir aquellos que se estaban llevando la pasta gansa a capazos de forma totalmente ilegal en negro. Y mientras, a los funcionarios se les quitaba la paga extra y perdían año tras año poder adquisitivo, a los autónomos se les crucificaba a impuestos, y sobre todo, lo que es peor, las colas del paro iban en aumento. Claro, que si no tenían conciencia para una cosa tampoco la tendrián para la otra, supongo yo. Coches nuevos, cumpleaños casi gratis, chorizos confesos como invitados principales en la boda de un directo familiar? Uno a uno, están siendo juzgados por los tribunales de Justicia ya, y no solamente por la opinión pública.

Todos somos justiciables menos el rey porque constitucionalmente su figura es inviolable: «La persona del rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad» (artículo 56/3). Así es, queramos o no, mientras no se cambie la Constitucvón es lo que hay. Ojo, pero el Jefe del Estado ejerciendo, no el emérito. Si no, que se lo digan a Tele 5, a la que he criticado alguna vez por la forma de actuar de sus tertulianos, pero ahora tengo que reconocer que con esto de Juan Carlos I me ha dejado estupefacto y con berrinche.

Tres frentes se han abierto entre la tele y los periódicos: uno, sus andanzas amorosas pagadas con fondos reservados. Otro, que él estaba detrás del 23F, cosa que por otra parte, al igual que el hombre no ha llegado nunca a la luna, yo lo tenía claro hace tiempo; de lo contrario en este caso habría vuelto muchas más veces desde el año 1969 y no lo ha hecho, y respecto a aquél, qué sentido tenía que su preceptor el general, Alfonso Armada, y el número uno de los monárquicos, Jaime Miláns del Bosch, fueran los cabecillas del golpe de Estado.

Dos son las conducciones que han llevado a esa conclusión. Por un lado, la manifestación de Bárbara Rey cuando el emérito, el día 22 le dijo: «Mañana no salgas a la calle», y otra, las declaraciones de Sabino Fernández Campo, cesado de forma fulminante posteriormente, cuando el entonces Jefe del Estado le dijo la tarde del 23. «Esto no estaba previsto que fuera así», refiriéndose a que hubiera disparos en el Congreso de los Diputados. O sea, se ha pasado de ser Juan Carlos quien salvara a la patria, en lugar de su padre y de Miterrand, según se decía, junto con Sabino los que lo pararon, a ser el organizador, o al menos sabedor del golpe que se iba a dar por algunos militares. Esto tiene menos gracia que el programa que Jordi Évole hizo sobre el 23F en plan de tomadura de pelo, donde algunos personajes se prestaron a una pantomima vergonzosa.

Y la tercera vía que le han abierto al eméritoes su relación con la familia Pujol.

Todo esto lo siento y también por Felipe VI, que nada tiene que ver con tanta historia paterna, pero lo cierto es que aún no ha habido una explicación más o menos convincente de tanta cosa que se le está achacando presuntamente al rey emérito. Malo es que nos acostumbremos a que no pase nunca nada, ni siquiera que se restituya lo que no es tuyo.

Menos mal que cuatro abogados catalanes han pedido un indulto parcial pare el FC Barcelona en la condena por no pagar a Hacienda, por sus «servicios a España». Lo dicho, ya no pongo más la tele.