Nada más saltar de la cama, Trump comprobó lo que Meryl Streep le había dedicado en los Globos, desenfundó el chisme y fue a por ella: «Es una de la actrices más sobrevaloradas». En esta ocasión tuvo mucho mérito el hombre. Aunque no era fácil, fue capaz de dar con lo único que nadie ha dicho de él.

Quien se presentó sobre esas horas por los dominios del presidente electo fue el encargado de Exteriores del Reino Unido, Boris Johnson, el mismo que tiempo atrás aseguró que evitaba ciertos lugares de Nueva York para no cruzarse con el propietario de torres y casinos, que la ignorancia de éste le hacía «no apto para la presidencia de Estados Unidos» y que uno de los peores días de su vida fue aquel en el que, por esos pelos, una niña lo confundió con él. Tras el Brexit y... Boris ha soltado a sus colegas europeos que «dejen de lloriquear» por la victoria del capitoste norteamericano. Teniendo en cuenta que el canciller no está sobrevalorado ni para la primera ministra británica, debe ser solo el principio de lo que le queda por purgar para que al otro se le vaya el globo.

Antes de convertirse en amo del universo, el sucesor de Obama no deja pasar una. Al pelirrojo que ha osado invadir su territorio, solo lo ha despreciado y ni siquiera le ha escupido de momento. De Serge Kovaleski, el periodista que sufre una discapacidad y que fue la base del alegato de la actriz, Trump dice que nunca se metió con él aunque llegó a imitar su voz para hacer más patente la burla. A la hora de denunciar escándalos, el comportamiento del magnate le sirvió a Streep para enaltecer la necesidad del papel de la prensa. También es mala suerte. Para alguien que lo hace en momentos tan crudos del oficio, la tidan de sobrevalorada. Claro que el hilo conductor de su discurso fue el de resaltar que el origen de quienes componen jólivu es cada uno de su padre y de su madre, con la pléyade de directores europeos que protagonizaron el blanco y negro. Ahora, sin embargo, sobresalen los mejicanos. Ya está bien de provocar.