o deja de ser una elucubración mía, pero a veces pienso que estamos pervirtiendo e invirtiendo el sentido de la democracia. Me parece a mí que estamos acabando por creer que la democracia, al respetar la voz de las minorías, es el sistema que garantiza que cualquiera de esas minorías puede imponer su voluntad por encima del resto. Y, en consecuencia, creo que estamos perdiendo el auténtico valor y sentido de la democracia, que es el respeto más absoluto por los votos de una mayoría, sea ésta única o coaligada, y el acatamiento aunque yo no piense igual. Pero se está dando la circunstancia de que esa exigencia (a veces violenta y coactiva) de una ´no mayoría´, quiere imponer un derecho que las urnas no le ha concedido€ Esa es la sensación que me da a mí, no sé a vos. Pero si es tal y como yo lo veo, eso es subvertir la democracia.

Así, tenemos un partido en el Parlamento, por (mal) ejemplo, frustrado por no obtener la mayoría que perseguía, que arremete con toda su rabia, odio, y pésimas maneras contra todo lo que no significa su interesada, parcial y miope visión de las cosas. Es un grupo que se rebela contra el lugar que la ciudadanía le ha otorgado, y lo hacen amenazando, insultando y actuando como agentes provocadores y movilizadores. Nada que ver, como comprenderán, con el papel ordenador, conciliador y moderador de cualquier partido demócrata en democracia.

Como igual tenemos un exsecretario general que pone sus particulares deseos por encima de su partido, sus militantes por encima de sus votantes (exigua minoría sobre apabullante mayoría), y sus intereses personales por encima de los intereses generales del Estado y del país€

Pero no son los hechos, que se es libre de pensar como se quiera, si no las formas, que las usa utilizando la democracia cuando le conviene y atacando sus principios cuando es adversa a su interés. Un exalto cargo que incluso se permite acusar a los demás de lo mismo que él hizo en Madrid con quiénes les estorbaba (cesarlos a pesar de haber sido elegidos por la base en unas primarias / Tomás, Madina, etc.), incluso que se permite incumplir su palabra y sus promesas a costa de perder votantes una y otra vez, aunque su partido baje a mínimos históricos o hasta declarando públicamente (entrevista de Jordi Évole) todo lo contrario a lo que había estado diciendo en campaña semanas antes. Ahora, amenaza a ese su propio partido a enfrentarlo a las bases, exigiendo lo que no le corresponde a él establecer. Bien, pues hasta esas deslealtades pueden hacerse en democracia, siempre, claro, que no sea usando y utilizando la misma democracia para tan ruines fines.

Como también tenemos organizaciones, los animalistas, por otro (peor) ejemplo, que se permiten en su nombre hasta burlarse de los muertos o desearle la muerte a un niño enfermo, o amenazar a los que no piensan como ellos. Incluso aquellos que usan la fuerza y las coacciones en lugar del diálogo y la razón. Están más cerca de aquel Millán Astray a quien aquel otro Miguel de Unamuno hizo un molde con su «podéis vencer, pero jamás convencer»... desgraciadamente, porque yo soy de los que me parecen más animales los humanos que los torturan que los pobres animales que sufren tales torturas. Y siempre defenderé lo contrario a lo que hacen en esas fiestas bárbaras de esos pueblos bárbaros.

Pero, mientras ellos sean una gran mayoría frente a mi minoría, habré de inclinarme ante lo inevitable, e intentaré convencer más que vencer. No se puede defender la democracia siendo antidemócrata al mismo tiempo.

Como todas esas personas que solo entienden lo que les conviene entender, y no quieren ver lo que no les interesa ver. Toda esa gente que votamos democracia y luego defendemos posiciones que van contra la esencia de esa misma democracia, tan solo porque las cosas no salen como deseamos que salgan. Llevemos o no llevemos razón en ello. Y aquellos que se dejan utilizar por los que, precisamente, se saltan las normas democráticas cuando les conviene. Hitler lo hizo. Y muchos otros también. Y a través de las urnas, precisamente.

Pero no, no es eso la democracia. La hemos retorcido tanto que cualquier ambición personal se ampara en ella para imponerse a la mayoría. El victimismo utilizado por los nacionalistas es otro ejemplo de lo mismo: atacan el sistema desde su minoría exigiendo el respeto que ellos no muestran hacia los demás. Cuidado. Nos estamos cargando aquello de lo que presumimos y no somos, aunque creamos serlo. Que cada cual se examine a sí mismo.

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