Muchos tienen como latiguillo decir ´ottiaahh´ y quedan fatal. Algunos, cuando llegan a casa con los bastimentos acarreados en el hipermercado de turno, dejando en el suelo los paquetes, dicen «¡Ottiaahh!» en lugar de ¡Uff! En partido de alevines, el goleador, tras hacer gol va al centro del campo y arenga a sus compañeros: «¡Con güevos, ottiaahh!». La mamá, en la grada: «¡Ottipiti, qué gol!». Un enfermero, de los de antes, rechaza la estampita de la Virgen que una paciente le ofrece diciendo: «Abuela, no creo en estas cosas, ¡ottiaahh!». Niñas de doce o trece años en un partido de cadetes al rubio de pelo largo: «Has metío un gol de la ottiaahh». Pero algunos saben enmendarse y cuando se les viene «¡la ottiaahh!» rectifican: «¡La ott... tica Belo y Lux!». Para ellos, mi admiración en su lucha por no ser ordinarios.