ultura y turismo son de gran importancia en la economía regional, o eso se desgañitan en señalar los diversos agentes políticos. Curiosamente, en esta Murcia nuestra, tal relevancia es directamente proporcional a la extrema precareidad en que se hallan hoy sus principales actores, sean éstos camareros de hotel, trabajadores subcontratados en bibliotecas o centros de interpretación, músicos y demás creadores. Hoy me centraré en un hermoso oficio de la cultura que pena por sobrevivir en el sumamente competitivo mundo del turismo: los guías oficiales. Y lo hago, no tanto por mostrar las cuitas de uno de tantos sectores castigados durante estos años de crisis, sino porque es un buen ejemplo de cómo en la triste briega diaria de la economía regional, el pez grande se come al chico; y cómo se precariza el trabajo, al tiempo que la Administración parece velar por otros grandes intereses en liza.

Andan los guías molestos por la publicación hace días de esa recurrente a la par que interesada noticia que insiste en la supuesta carencia de guías oficiales con idiomas en la Región de Murcia; y la consiguiente necesidad de volver a convocar pruebas de habilitación. Fue la socialista Ana Belén Castejón, vicealcaldesa de Cartagena, quien en esta ocasión se hacía eco de tal demanda. Rauda, la consejera del ramo, Noelia Arroyo, recogía el guante y prometía tales pruebas. El tono de la información casi se confundía con una ilusionante oferta de empleo, en que destacaba el imparable aumento de cruceros en Cartagena.

Miguel Ángel Pomares, presidente de Asguimur (Asociación de Guías de Murcia), que representa a unos cincuenta guías, la mayoría de quienes intentan en la Región vivir de esta actividad, envió tras su asamblea una nota de prensa a los medios escritos. No se ha publicado, y es por lo que intentaré aquí subrayar con mis palabras lo esencial de tal respuesta.

Siempre auspiciada desde determinados intereses con capacidad de presión e influencia, cada cierto tiempo vuelve a hablarse de la supuesta falta de guías oficiales; es una noticia tan recurrente como incierta. Y se crean así falsas expectativas entre jóvenes titulados universitarios en paro sobre ficticias posibilidades laborales en el sector. A lo largo de los varios procesos de acreditación convocados desde 1998, se habilitó a casi quinientos guías en la Región. Más de 140 en inglés, que concentra el 80% de demanda en los cruceros. Sólo 282 se mantienen hoy en el listado oficial, y no más de setenta están realmente activos.

El nivel formativo requerido (titulación universitaria), unido a un riguroso examen sobre contenidos culturales de la Región y dominio avanzado en los idiomas que se acreditan, es el adecuado. El turismo de cruceros es extremadamente exigente y no es viable rebajar estas condiciones de acreditación.

La razón de que la mayoría de guías acreditados no esté hoy en activo es la extremada precariedad laboral en el sector. No se sostiene que personas con tal nivel formativo se vean abocadas a condiciones que no se corresponden con tan altas exigencias. No se puede tener a una legión de profesionales disponibles para hacer tres servicios al año, la cosa no funciona así.

Lejos de faltar guías, cosa que puede ocurrir los dos o tres días en que coinciden grandes cruceros en el Puerto de Cartagena, los restantes 360 días del año sobran más del 80% de los que están en activo. Cartagena además no está preparada para tal saturación de cruceristas. Esos días también falta puerto, ciudad para tanto bus, bares y espacio en los museos. Y en vez de evitar tal caos, se fomenta la noticia de los 8.000 cruceristas danzando ufanos por una atestada Cartagena.

Con todo, el regular incremento de cruceros en el puerto de Cartagena permitió que una quincena de guías acreditados en idiomas se lanzaran a esa arriesgada piscina donde se pagan cuotas de autónomos, IVA, y esas cosas que modestamente contribuyen a la economía regional.

Durante años se subsistió con tarifas que lejos de incrementarse, se redujeron o mantuvieron. La gran paradoja surge cuando aumenta el número de barcos en el puerto y se espera salir de tanta precariedad. Se desata entonces una feroz competencia entre intermediarios por el precio a la baja de las excursiones. Y unas tarifas ya mermadas, empiezan a bajar estrepitosamente. En pocos meses, la situación se ha precarizado hasta límites insostenibles. En este momento subsiste con muchas dudas la mencionada quincena de autónomos. Después existe un amplio grupo de guías contratados por cuenta ajena para el día. Trabajan cinco, doce, veinte días al año. Difícil así hacer de esta profesión algo más que un complemento ocasional.

Lo que ciertos agentes parecen buscar al presionar por otra convocatoria de exámenes de acreditación es disponer de un amplísimo elenco de guías habilitados en idioma inglés a fin de imponer sus tarifas y dejar fuera del mercado a quienes se niegan al juego de la precariedad. Ya sabemos por la experiencia de tantos años acreditando guías, hoy dedicados a otros menesteres, que eso es insostenible en el tiempo. Lo único que se logrará es perpetuar esa sempiterna demanda de más guías. Y es que poco cuentan, cuando las ganas de hacer negocio a corto plazo aprietan, esas pomposas Q de calidad o la insistente evaluación de los servicios.

Nunca hemos esperado gran cosa de la Administración. Al menos que no interfiera atendiendo tan espúreas demandas de más guías acreditados; y que nos permita subsistir con nuestros problemas en un sector de por sí competitivo, precarizado y cargado de intrusismo.

Señoras vicealcaldesa y consejera, la obligación de la Administración es atender al interés general. Y aquí consiste en propiciar que este sector revierta en la economía local, la de las personas y las familias. Interesa que veinte, treinta o cuarenta familias logren algún día vivir dignamente de esto, no que ciertas empresas intermediarias dispongan a discreción de cientos de profesionales acreditados a quienes imponer sus condiciones.

Y si durante años se convocaron pruebas para acreditar a cientos de guías, con el desembolso de dineros públicos que tales pruebas comportan, alguien debería preguntarse por qué tantos abandonaron pronto la idea de dedicarse a esto.

Por último, les recuerdo que Asguimur organiza en Murcia este diciembre el Congreso Nacional de CEFAPIT; una inmejorable ocasión para que tanto prensa como responsables políticos conozcan de primera mano la situación del sector.