Tuve un profesor de Filosofía muy culto en el COU, una enciclopedia humana natural de Alguazas, en esos años muy revolucionario, que nos recomendaba a los alumnos no solo que estudiáramos, sino que también leyéramos «hasta los prospectos de los frigoríficos». Las clases eran divertidas, porque además de hablarnos de Platón, Santo Tomás de Aquino, Descartes, Kant o Nietzsche, pues el hombre era muy peculiar y nos contaba historietas de personajes famosos que supongo que leería en algún libro de su envidiable biblioteca, aunque bien podría habérselas inventado, porque ninguno de nosotros comprobaba luego la veracidad de las mismas. «Paco, yo soy ateo gracias a Dios», le solía decir, según mi erudito profesor, Luis Buñuel al aguileño Francisco Rabal. De Julio Iglesias destacaba que tenía un tabique nasal de platino. A Fidel Castro le atribuía una impactante frase: «Yo no tengo enemigos, los mandé a todos fusilar». Ahora que Castro ha muerto, comienza para él el juicio de la Historia, que para mí siempre suele ser acertado, así que no seré yo quien le juzgue. Además, cualquiera se atreve a hacerlo en esta sociedad polarizada e intolerante que estamos construyendo, pues el mínimo argumento, a favor o en contra, puede llevarte ante el pelotón de fusilamiento social. Aún no he cruzado el charco en mi vida, así que no estoy en condiciones de afirmar si, como decía mi profesor, Fidel fue un tirano criminal, como tampoco puedo asegurar que Cuba sea un lugar maravilloso. Solo estoy seguro de una cosa. No me cabe en la cabeza que una persona, sea cual sea su ideología, pueda permanecer medio siglo en el poder. Por ahí no paso.