El camino de la mujer para conseguir sus derechos como simple ser humano ha sido arduo y difícil y, si me apuran, en muchos casos ha costado sangre, mucho sudor e infinitas lágrimas vertidas por muchas mujeres a lo largo de la historia que han dejado su vida defendiendo simplemente el derecho a votar, algo que se consiguió gracias al sufragismo, un movimiento internacional de reivindicación de ese derecho. Un movimiento que se inició en los EE UU a finales de la década de 1840, y que tuvo una fuerte implantación en el Reino Unido para, desde ahí, y a partir de 1865, extenderse a gran parte de los países europeos.

Pero antes de que esto tuviese lugar, la activista británica y defensora del sufragio para las mujeres, Emily Wilding Davison, fue atropellada por el caballo del rey Jorge V, Anmer, en el derby de Epsom el 4 de junio de 1913; falleció a causa de este suceso cuatro días después. Emily había tenido la osadía de defender sus ideas ondeando delante del caballo la bandera sufragista. El jinete, lejos de detenerse, no lo hizo y el caballo la tiró al suelo dejándola inconsciente, muriendo cuatro días después.

Pero la mujer no solo ha tenido que luchar para tener derecho a votar (en España no le fue reconocido hasta 1931); ha tenido que morir también para que se dieran a conocer las infames condiciones de su trabajo, como ocurriera en el incendio de la fábrica de confección de camisas Triangle Waist Co. 2 de Nueva York el 25 de marzo de 1911. Fueron 146 muertos, la mayoría de las víctimas eran jóvenes mujeres inmigrantes de Europa del Este e Italia de entre catorce y veintitrés años de edad. La víctima de más edad tenía 48 años y la más joven 14, y trabajaban con un horario de nueve horas diarias, más siete los sábados, ganando por sus 52 horas de trabajo entre 7 y 12 dólares por semana. La tragedia se debió a la imposibilidad de salir del edificio incendiado y en llamas ya que los responsables de la fábrica de camisas habían cerrado todas las puertas de las escaleras y salidas, una práctica habitual para evitar hurto de mercancía

Pues bien, estamos en el siglo XXI, han pasado muchos años de todo aquello y las mujeres tenemos que oír, por boca del responsable máximo de los empresarios españoles, que somos las culpables de los problemas que España tiene con el empleo. Sí, hace unos días el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Joan Rosell, en un acto en Castellón, se permitió afirmar que «la incorporación de la mujer al mundo laboral es un 'problema' para el empleo» y que la llegada al mercado de trabajo de las mujeres, a pesar de ser un dato 'positivo', suponía 'un problema'. «¿Cómo creamos más empleo para que haya trabajo para todos?», se preguntaba. Ante tamaña barbaridad, poco más tarde, la propia CEOE hacia publico un comunicado negando «categóricamente las afirmaciones que se le atribuyen» porque, según explicaban, «lo que ha hecho Rosell ha sido destacar como un hecho positivo que 'la presencia de las mujeres en el mundo laboral ha aumentado la tasa de actividad en 25 puntos en los últimos 25 años'. En este sentido, cualquier otra interpretación que se haga de sus palabras es falsa y no responde a la realidad», ha sentenciado.

Pero lo que decimos no es falso, ni falta a la verdad. Apareció en un medio escrito, en este caso Levante, que fue el primero en publicar la noticia; estos señores pueden hablar de malentendido del periodista, pues, al parecer, sale gratis. En un medio audiovisual eso es imposible. No sé ustedes, pero yo vi y oí a este señor decir la barbaridad que apunto anteriormente; no caben interpretaciones. Pero lo más indignante es la tibia respuesta de los sindicatos. Me pregunto, si su falta de reacción tiene algo que ver con que sean mujeres las afectadas por este discurso difícil de entender y fácil de calificar. Amén.