Suspendí un par de veces el examen práctico del carné de conducir, por lo que tuve que dar unas cuantas clases más que la media. Tantas que todavía tengo frescos los consejos de mi profesor, un simpático lorquino (del Paso Blanco, para más señas) que solía decirme que, en las vías con tres carriles, procurara siempre circular por el central. «En el derecho, el tráfico puede ser muy lento y te va a obligar a estar todo el rato adelantando, mientras que en el izquierdo ya sabes que, si no quieres obstaculizar, tienes que ir rápido, con lo que aumenta el riesgo de tener un accidente». Cada vez que me veo en la tesitura de los tres carriles, hago caso a la recomendación, que se puede hacer extensible a la nueva etapa política que vive nuestro país. Porque hay muchos ciudadanos a los que desespera la circulación lenta y pesada de la derecha, pero que tambien tienen recelos ante los riesgos que entrañan las prisas que a veces se producen por el ala izquierda. Prefieren, en cambio, un ritmo razonable y continuo, alternando un carril y otro según convenga durante el trayecto. Y, sobre todo, respetando tanto al que quiere correr como al que apuesta por la prudencia. En definitiva, que hay mucho espacio entre Fernández Díaz y Cañamero. Ojalá aparezca pronto alguien que sepa conquistarlo. La virtud, decían los sabios, siempre está en el término medio.