Como la gracia de nuestro decires consiste en manifestarnos de forma directa, sin tapujos, pintando a lo vivo las cosas que pasan, si queremos afearle a alguien su conducta vituperando o reprochando lo que ha hecho o dicho, dejaremos a un lado la expresión ´emprenderla con´ por oscura y prolija, y lo que haremos será emprenderlo, tomándolo como objeto directo de nuestras acometidas: «La Anica emprendió a pescozones a su zagal», «A ese lo voy a emprender diciéndole de todo menos bonico», hemos oído, y entonces muchos entenderemos que la intención de quien tal hace o dice es amonestar, corregir o agredir al prójimo, ya sea de obra o de palabra, recurriendo a un término en el que se confunden, y no se oponen, el significado de reprender y el hoy desusado de emprender referido a encender el fuego, como si al que ´emprendemos´ lo fuéramos a incendiar y consumir con el arrebato de nuestros golpes o reproches. Aunque les diré que este concepto de ´emprendedores´ tan poco ortodoxo y distante del que hoy se lleva, está cayendo en el olvido, quizá por demasiado franco y nada correcto.