La última buena noticia política que recibió Pedro Sánchez fue que había sido el candidato preferido a la secretaría general del PSOE, con un 49% de los votos. Eso fue 13 de julio de 2014. Las buenas noticias políticas son muy importantes porque la política es resultadista. Desde que es secretario general y candidato a la presidencia del Gobierno ha ido obteniendo, de manera sucesiva y creciente, los peores resultados de la historia del socialismo español. Los últimos, el pasado domingo, en Galicia y Euskadi, donde él no se presentaba pero donde puso empeño y apoyo político abundante. Los resultados del domingo no van a cambiar su plan, formar un Gobierno con las fuerzas del cambio, que sigue intacto porque nadie lo ha recogido desde que lo lanzó la última vez.

¿Sentirá algo Pedro Sánchez después de tanta ausencia de buenas noticias? Suponemos que sí por las palabras del candidato socialista catalán Miquel Iceta pidiendo al paladín que se mantenga firme y pordioseando que nos libre de Mariano Rajoy, en uno de los éxtasis mitineros más ridículos que se recuerdan. Iceta aún no se ha enterado que Dios no existe y que, además, es de los otros.

Si Sánchez siente algo los reveses pero no le hacen desistir ni le descomponen es el momento de convenir que la resiliencia, tan valorada por la psicología actual, debería tener sus límites. Bien está en las personas la capacidad de superar el dolor emocional y las desgracias pero no debería cegar la posibilidad de cuestionarse si la desgracia es uno.

Además, esa fijeza de rumbo imperturbable que tiene Sánchez es gemela de la impasibilidad del ademán por el que detestamos de Rajoy, invulnerable a su propia corrupción, a la de su partido y al justo reproche que se le hace de ambas, para seguir contra viento y marea (negra, me sugiere el teclado predictivo, auxiliándome un final).