ALa riqueza y variedad del hablar estriba en la posibilidad de elegir unos términos u otros, en función de la intención del que habla, de su conocimiento del léxico, del afán de precisión o del deseo de economizar el esfuerzo. Así, para situar un hecho en un tiempo correlativo con otro inmediatamente anterior, el pedante de resabios literarios dirá, por ejemplo, «Al punto que paró el tren, nos bajamos», mientras que el de pretensiones cultas y espíritu poco ahorrador dirá tan pronto como, y finalmente, el hablador común recurrirá al más breve en cuanto. Pero no es este el caso de los habladores murcianos, que, llevados de un afán totalizador, se esfuerzan por ponderar la inmediatez de las dos acciones utilizando con profusión en to(do) que. Por eso decimos «En to que coma, voy a verte» o «En to que me despierte, te llamaré»; y todo el mundo queda enterado de la rapidez y diligencia con que actuaremos. Seguro que este giro les ha sonado en to que lo he dicho, y hasta lo han utilizado muchas veces; aunque no se encuentre testimonio escrito de su existencia.