Ya nueve meses gobernados en funciones, pero sufriendo casi tanto como si estuvieran a pleno rendimiento, los señores del desgobierno que nos asiste, en tanto que es centro Europa quien en tan gran parte lo hace: una Europa desfigurada, entregada al feroz neoliberlismo de nuestros días y entretelas nuestras.

Acá andamos, deshojando la margarita cada tres meses, tras ya ocho años de abierta crisis, que sólo en apariencia vamos remontando, según los señores del desgobierno precedente y el en funciones.

Y ahora, probablemente a esperar al pavo de navidad, o quizá, con algo de suerte, a que pueda imperar una coalición capaz de devolver al país su dignidad y a tantos maltrechos lo que es suyo; capaz de arrojar de nosotros ese tan molesto bozal sobre las libertades públicas, menos sobre la económica, claro está, mediante la cuál se cargan el planeta y choricean sin cesar, de forma que puede ya leerse ese dicho jocoso, según el cuál sólo estamos capacitados para exportar chorizos, con referencia al ignominioso nombramiento del señor Soria como director general nada menos del Banco Mundial, el mismo que aparece citado en "los papeles de Panamá" aunque haya pretendido negarlo y le haya costado su dimisión. Cuántos de entre ellos deberían dimitir: gobierno en pleno y aun muchísimos más cargos públicos, llenos de la mierda de la corrupción hasta las mismas orejas.

En fin, no perdamos la esperanza nunca, aunque ellos siempre intentan tirar de la manta, aunque el cambio de los ecosistemas sea algo probado, porque ellos no tienen problemas: amasan toda la riqueza que sólo existe gracias a la generosidad de la tierra y el sudor de tantos hombres ninguneados.

Ojala pudiéramos trinchar el pavo navideño con el gesto más relajado, y con la cabeza un poco más alta, pudiendo al menos indicarle a Centro Europa unas cuantas de sus muchas últimas vergüenzas, de todos conocidas, aunque no nos quede otra que seguir comiéndonos algunos marrones, pero al menos conscientes de lo que nos toca vivir e intentar mejorar. Que no nos asistan la insolidaridad, la ignorancia muchas veces fingida, el cinismo este de querer comernos la vida cada minuto, la indiferencia ante lo injusto.

Siempre aprendimos, y habremos todos de aceptar, sea cual sea el mal sistema educativo que nos quieran imponer, que el ser humano es un ser racional: es el hombre un zóon logikón, decía Aristóteles y ha cacareado toda su Escolástica; desde antes aún se ha defendido que somos almas arrojadas a estos cuerpos más o menos serranos, como muchos siglos después casi siguen varios manteniendo, aunque ese alma sea "nada" o simplemente "ser-ahí" arrojado a las cosas. ¡Vaya!: somos seres capaces de juzgar y valorar, y a ello estamos impelidos, por encima incluso de nuestros instintos básicos: procedamos pues como tales: animales, que necesitamos comer, beber, vivir, pero razonando, discurriendo, valorando y sacando conclusiones.