A veces los bienhablantes se empeñan en distinguirse del resto de los mortales, aunque sea a costa de adornar su cháchara con palabras más largas y prolijas que las sabidas y normales. Y eso es lo que pasa con las tradicionales lisiar y lisiado. Ellos, tan soberbios, las desprecian porque seguramente no han leído aquello de que «cuando des un banquete invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos», así como otros muchos pasajes de la Biblia y de la doctrina cristiana donde se llama a los lisiados por su nombre. Y no contentos con eso, las han eliminado del uso común, así que nunca oiremos que Messi se lisió en el último partido; o que Ronaldo, o nuestro vecino, está lisiado de la pierna. E incluso nosotros, que fracasamos en el intento de encontrar un término medio, como lisionar o lisionao, hemos desistido también de usarlas, porque nos toman a broma en urgencias, entre los amigos y en todas partes. Aunque en el fondo sigamos pensando que lisiar y lisiado son términos de más tradición y eficacia que los otros.