Raramente una camarera de piso que trabaja en la limpieza de hoteles o de apartamentos tiene oportunidad de hablar en el espacio público. Pero resulta revelador acercarse a ellas y escuchar sus palabras, como hemos tenido oportunidad de hacer estos días. Por ejemplo, esta mujer que habla tiene 59 años y limpia hoteles desde hace 18 años: «Tengo que hacer mínimo 18 habitaciones al día. Mucho nivel de estrés. Muchas compañeras toman medicación. Los clientes son muy exigentes porque quieren sus habitaciones preparadas antes de las 12 de la mañana y eso provoca ansiedad en mis compañeras y en mí€ dolor de espalda y cuello sobre todo. Mis compañeras toman medicamentos como dicoflenaco (analgésico muscular), nolotil, etc. Y ha habido casos de depresiones, pero no te puedes permitir estar de baja en este trabajo».

Detrás de estas palabras están cuestiones relevantes, sobre la brecha salarial por género, los bajos salarios y el riesgo de exclusión, las pensiones precarias, los accidentes laborales y la infravaloración de las enfermedades profesionales. La palabra de la camarera de piso que apenas emerge públicamente, sin embargo, enuncia cuestiones de envergadura política. Habla de la política que a la gente le importa. Quizás también interpela a aquellos del Gobierno regional que aseguran que esta será «la legislatura del turismo». Pues cuando habla de «las exigencias de los clientes» lo hace desde un sentido común de quien sabe que solamente un trabajo con calidad profesional garantiza un turismo de calidad (y a la inversa: un trabajo escasamente reconocido y mal pagado repercute negativamente en la calidad turística).

Las camareras de piso son el último eslabón de la cadena de producción de la hostelería. Sobre sus espaldas recaen ritmos muy intensivos de trabajo, además de la responsabilidad de la satisfacción del cliente con su habitación. Una responsabilidad que no se expresa en términos salariales dadas sus condiciones laborales degradadas. No es casualidad que esta ocupación esté absolutamente feminizada. Por ello, cuando hablan lo hacen con toda la fuerza de quien sabe que la política va de esto: de vivir mejor o de vivir peor.

Podemos ha presentado en diez Parlamentos iniciativas para mejorar las condiciones de trabajo de las camareras de piso. El pasado 14 de septiembre lo hicimos en la Comisión de Industria de la Asamblea Regional. Gracias al voto en contra del PP y la abstención de C´s, la moción no salió aprobada. Para ambas formaciones políticas parece que la ´legislatura del turismo´ se hace sin la gente y sin las preocupaciones que expresa la gente cuando trabaja en lugares donde te condicionan la cuantía del salario al número de habitaciones que seas capaz de hacer (o las que tu cuerpo aguante). Mientras, en el Parlamento europeo, la eurodiputada de Podemos Tania González presentaba la propuesta de un sistema de calificación de hoteles en la Unión Europea «que proporcione información sobre el nivel de las condiciones de trabajo y sobre la calidad del servicio y la limpieza» con el objetivo de incentivar mejoras en este sentido. Ojalá prospere. Sería un gran paso hacia adelante.

Conozco muy bien la generalizada precariedad del trabajo que caracteriza la hostelería murciana. Hicimos una investigación sociológica en profundidad hace casi una década y le dedicamos un libro que significativamente titulamos Los nuevos braceros del ocio (2006). Ya entonces las mujeres de la limpieza acumulaban muchas malas condiciones de trabajo, pero a diferencia de hoy formaban parte de las plantillas de los hoteles. No existía el grado de subcontratación que existe en la actualidad.

La Reforma Laboral de 2012 tiene mucho ver con el debilitamiento de la negociación colectiva y la proliferación de las dinámicas de subcontratación y externalización del trabajo de las camareras de piso. En realidad la Reforma Laboral de 2012 ha hecho saltar por los aires el derecho del trabajo. Hoy las camareras de piso no solamente tienen un escaso reconocimiento social de su labor, sino que además se les externaliza de los hoteles y aparecen las subcontratas en forma de ETTs y empresas multiservicio. Esta externalización es un expulsión del colectivo de las hostelería, pues se las saca de ese convenio colectivo para reubicarlas en el convenio de limpieza.

En nuestra investigación de hace una década, constatábamos como se intensificaba el trabajo de las camareras de piso y se elevaba el número medio de habitaciones a limpiar (de 20 un año a 28 el siguiente, y así€). Hoy, con la externalización y la excusa de la crisis, se ha dado una vuelta de tuerca al vincular el salario al número de habitaciones limpiadas: dos euros y pico por habitación. Si en aquel entonces sus salarios estaban un poco por encima del Salario Mínimo Interprofesional, hoy apenas lo alcanzan (si lo alcanzan). Están en el universo de lo que empezamos a llamar ´trabajadores pobres´.

No habrá un sector turístico de calidad sin trabajo decente. Ni tampoco una región decente. Pues con las formas de trabajo y salario que estamos conociendo (y no solamente en las camareras de piso) seguiremos siendo una región con pésimos indicadores laborales (tasa de eventualidad, salario, incidencia accidentes, etc) y sociales (precarias pensiones).