Es reclamar Murcia la competencia en Costas y emerger todos los grandes proyectos que tienen sumergidos los alcaldes ribereños. Asoma la punta del iceberg como un gran y real monstruo marino: espigones, puertos, chiringuitos, paseos marítimos, viviendas. Suponiendo que las nuevas funciones no hundan aún más el depauperado tesoro regional, no dejan nada a la imaginación con respecto a lo que supondrá para nuestro medio ambiente. Hay quien todavía navega con rumbo equivocado, convencido de que los ataques contra la naturaleza no tienen consecuencias futuras sobre el bolsillo y, por supuesto, nuestro medio de vida. Ni con un catalejo ven las causas del encallamiento del Mar Menor. A ninguno de los munícipes que dan al Mediterráneo ni mandatarios autonómicos, que no sé dónde dan, se les ha ocurrido adelantar ya que Costas nos servirá para derribar las construcciones ilegales, prohibir nuevos puertos y reflotar, en definitiva, nuestro territorio, compatibilizando el desarrollo económico con, y no contra, el medio ambiental. Allende los mares, Obama ha decidido en los últimos días de su viaje presidencial regalarnos un acuerdo con China para reducir las emisiones de CO2; presentar la mayor área protegida del planeta, el Monumento Nacional de Papah?naumoku?kea, que triplica la superficie de España; anunciar que el 50% de la energía que consume EE UU será limpia; y abanderar un proyecto que pone el acento en la necesidad de cuidar la tierra. De los finales y herencias de otros presidentes nacionales, que hace tiempo han perdido la brújula, mejor no hablar. Ya sé que la Región de Murcia es una gota en el universo y que su Mar Menor es una lágrima; pero realmente ¿estamos preparados para asumir Costas sin que, al final, se convierta en costra, otra gran herida abierta para el planeta?