Un viejo gitano de La Unión me dijo una noche, tras una jornada del Festival del Cante de las Minas:

„La gente no sabe la diferencia entre caro y costoso. En mi guitarra me gasté un capazo de perras. Pero mi guitarra no fue cara, porque me da siempre lo que le pido. Mi guitarra fue costosa. Mis hijos, por el contrario, cada vez me piden más y son muy caros pues, por muchas perras que les meto, no dan ni felicidad ni rendimiento.

Más allá de que el anciano sacara el sarcasmo a pasear como resultado de varios vasos de fino, sus palabras guardaban algo clave en cualquier empresa: gasto frente a inversión.

Recientemente, tres partidos de la Asamblea Regional (PSOE, Podemos y Ciudadanos) presentaron una propuesta de la Ley de Creación de Radiotelevisión de la Región de Murcia. Aunque Ciudadanos de Día la apoyó inicialmente, Ciudadanos de Noche posteriormente se retractó, haciendo valer su posición de partido bisagra. La intención de la propuesta parece buena si el objetivo es dinamizar una televisión y trasladarla (como expuse anteriormente en otro artículo de este mismo diario) de la columna de gasto a la de inversión.

A grandes rasgos se solicita volver parcialmente al modelo anterior, es decir: devolver la potestad al ente público RTRM. De este modo, la adjudicación de los contratos de programas los llevaría a cabo dicho ente y bajo los principios de contratación públicos. Esto precisa de la creación de una empresa pública y, por ello, se habrá de contar con un Consejo de Administración. A esto añade la creación de un Consejo Asesor, al modo de entidades como el CAC de Cataluña o el de la televisión andaluza, que «debe representar a la sociedad» en base a una composición de catorce miembros.

Del mismo modo solicita la creación de un Consejo Editorial que habría de velar «por la objetividad y veracidad de los servicios informativos» así como de una Oficina de Participación del Espectador. Alexandra Kolontai, histórica política comunista rusa, escribió una vez: «Un tercero decide tu destino: esa es la esencia de la burocracia».

Esto me lleva a preguntarme: ¿Queremos dinamizar la televisión creando hasta cuatro (4) organismos para su control? Y también ¿no va a cargar esto los costes finales de la televisión cuando lo que se pretende es abaratarlos? ¿No dará lugar a una pirámide invertida en los puestos de trabajo con más sillones de dirección que personal creativo, técnico y operativo?

El argumento a favor del modelo existente es que, al estar externalizado mediante una concesión privada, es más barato. Pero ¿podemos considerar como ´privado´ un modelo que subvenciona el 100% de la producción? De hecho, si la financiación de la televisión es pública ¿está mal acaso que el señor que paga sea el que disponga del control sobre aquello que se emite y procure la ecuanimidad en la contratación a terceros?

Lo cierto es que este documento llega cuando se confirma, un año y medio después de la adjudicación al Grupo Secuoya, que el modelo actual de televisión autonómica no arranca. Además de los continuos problemas de precariedad laboral denunciados, los diversos incumplimientos del contrato-programa también notificados y los reducidos presupuestos para determinados espacios, hay que añadir los bajos niveles de audiencia. Para colmo de males, existe un sector (si todavía podemos llamarlo así) dividido entre los pocos que trabajan de facto, los que esperan que suene la campana algún día, aquellos que han quedado fuera y a los que ni siquiera les contestan un mail.

Lo cierto es que no era un concurso fácil para Secuoya, y su cumplimiento en los términos en los que se planteó hacían casi inviable su ejecución. No obstante era un concurso que la empresa de Madrid necesitaba ganar urgentemente, dada la débil posición en el mercado de renta variable y, estando además participada por empresas de capital riesgo, que piden la cuenta de resultados todos los lunes a las 9 horas. Los mecanismos de emergencia se pusieron en funcionamiento y el concurso se otorgó. Hasta ahí bien.

Posteriormente, la ejecución del contrato se ha visto lastrada por los defectos del propio concurso, las promesas realizadas, así como la quita que reducía el presupuesto de la televisión. Este descuento sobre la propuesta se ejecuta sobre las partidas destinadas a producción, no sobre el beneficio industrial del adjudicatario. Un escenario nada fácil para Secuoya, pero el que ´parte y reparte€´

¿Es entonces una televisión barata? Como diría el anciano flamenco, es una televisión cara, pues no incluye aquellos dos beneficios que cualquier inversión pública debe tener: beneficio social o beneficio económico€ y si son ambos, mejor. No existe beneficio social apenas, pues es el mercado el que modela la demanda y el de Murcia no compra el producto que (a día de hoy) 7RM ofrece. Tampoco lo existe económico, pues no se distribuye la riqueza de manera equitativa ni se vehiculan inversiones sobre producto, iniciativas de innovación, etc. Es decir: 7RM está lejos de ser el motor sectorial que se pretendió y pudo haber llevado a cabo el antiguo adjudicatario con muchos más fondos (GTM), pero con los mismos resultados.

El sector audiovisual está dividido, presionado para posicionarse en una u otra dirección. No recibe propuestas de valor, que incluyan innovación e ilusionen a un sector sobrado de creatividad y buen talento, pero al que el ruido del estómago no le deja escuchar sus propias ideas y mucho menos desarrollarlas. Ahora, además queremos añadirle más burocracia, control, filtros e intermediarios, en vez de convertir el gasto en inversión, lo caro en costoso. Un sector que sea motor económico e industrial, en un lugar que cuenta con dos (2) facultades de Comunicación Audiovisual, más horas de sol que ningún lugar de España y donde existe un larga tradición de producción audiovisual que en breve cumplirá cien años.

¿Merece esto el audiovisual de Murcia? «Támoh apañao», diría el anciano flamenco. El audiovisual murciano p

recisa de una valoración de sus ventajas competitivas, posibilidades de futuro, de activos técnicos y creativos y acciones que vehiculen su capacidad de desarrollar producto. Precisa incorporar la innovación a un sector caracterizado por la integración tecnológica y creativa y en constante evolución y con grandes posibilidades, dada la tendencia hacia una sociedad cada vez más visual. Instituciones que, en lugar de dirigir, hagan de mentores y guías, abriendo el camino y apoyando a las empresas en aquellas cosas cuyo pequeño tamaño les impide evolucionar y ser más competitivas. Recordando aquel dicho de la industria cinematográfica, «odemos hacer las cosas bien... o como siempre».