Dudo que esta carta llegue a tiempo y a ningún destino. Es más, estoy convencida de que en el hipotético caso de que lo hiciera, tampoco serviría para nada. Pero habrá que intentarlo, así es como suceden las cosas, ¿no?

Escribo esta carta con la fe del ateo y la esperanza del que aún no la ha perdido. La escribo sabiendo que estará desordenada e incompleta, consciente de que los consejos son de agua, que no hay quien los agarre y que lo único que alguna vez nos salva es estrellarnos. Así es, si quieres saber qué es lo que pasa, has de ser tú misma quien meta los dedos en el enchufe y ha de ser tuyo el bizcocho que se arruine por abrir el horno antes de tiempo.

Regla número uno: no sé qué de ser tu misma y de quererte tal y como quieres ser. No eres eso o aquello otro que los demás creen, ni siquiera eres lo que tú crees. Eres otra cosa, cada día lo puedes ser, estás creciendo, estás cambiando, todo es mejorable, pero no dramaticemos, las prisas no son buenas tampoco para esto. No intentes contentar a todos pues eso no existe, ¡son los padres! Ni siquiera te podrás contentar a ti, pero es lo primero que has de intentar, pues cuando veas lo bien que sienta, querrás contagiar esa sensación.

Practica el noble arte de defenderte sin atacar, pero no permitas que te ataquen y sobre todo, no creas ni por un segundo que lo mereces.

Usa la técnica del ensayo y error. Y ensaya mucho el error hasta que lo bordes, hasta que el desastre sea precioso. Algún día entenderás que los mejores aciertos venían etiquetados como fracasos. No te digo sólo que te metas en todos y cada uno de los charcos, te digo además que seas el mismo charco. Verás qué bien te sienta la ducha de después, la ropa limpia y el cuerpo perfumado, pero primero mánchate y diviértete como la que más.

Canta más, baila más, viaja más, lee más, conoce más gente, elige a tus amigos y no los abandones por el primero que te robe el corazón.

Es más, no te quedes con el primero que lo haga y no se lo entregues, por favor. Cédele como mucho cuarto y mitad. Eso sí, que sea un trueque.

Re-ci-pro-ci-dad. Atenta, esto es muy importante: Sé justa, sé agradecida, sé coherente. Contigo. Con los demás.

Explora, explora, explora. Juega, juega, juega. Estudia, estudia, estudia. Diviértete. Besa, toca, acaricia, muerde. Más, mucho más.

Come equilibrado y bebe mucha agua. Pruébalo todo. Todo. Y quédate con lo que te haga bien. Hablo también de personas.

Haz el bien, pero entérate primero de lo que es eso.

Hazte el bien, pero entérate primero de lo que es eso.

Deja que te juzguen, permite que te condenen y procura echarlo todo en el contenedor correspondiente.

Acepta las críticas, considera que puedes estar equivocada, escucha, escucha. Reflexiona, decide. No culpes a nadie de tus errores. En cada herida, en cada derrota, tú también empuñas el arma, tú también estás en el campo de batalla.

No digas que no puedes, que no sabes. Hazlo. Haz-lo.

No eres perfecta. No puedes ser perfecta. Trabaja como si pudieras llegar a serlo. Párate. Mira hacia atrás, un ratito y luego, adelante, adelante, ¡adelante!

No te justifiques.

Dile que lo quieres, que la quieres, que los quieres.

Dile que ya no lo quieres.

Dile que te hace daño.

Dile que no.

Dile que sí.

Acepta esa flor. Agradece esa canción que te dedicaron por la radio.

La pareja no es el ADN, se puede cambiar.

Tu familia es maravillosa. ÁMALOS. Dales su sitio.

Coge tu espacio. ÁMALOS y ÁMALOS más todavía.

Vas a tener dos hijos maravillosos. No te agobies tanto. Disfrútalos. Pasa de los que te digan que nada de tantos mimos. Bésalos, tómalos, duerme con ellos, ríe con ellos. Déjalos un poco en paz. No les cortes las alas, ni siquiera se las mojes. Y sé feliz, mujer, hazles ese favor.

Hay mucho más que te diría, que nos diría, si pudiera viajar al pasado, pero no te quedes ahí como un pasmarote con esta carta entre las manos. Vive, coño, que a vivir se aprende viviendo.

Y si te preguntas por tu yo del futuro... Pues claro que lo estoy haciendo todo mal, ¿por quién me tomas?