Le he dado una vuelta este verano, entre playa y playa, al horror de este mundo en donde la mayoría de sus hombres y mujeres son muy desgraciados. Unos menos y otros, un montón de sufrimiento. El mejor de los mundos posibles „no el mejor„ sustenta el pensamiento de Leibniz, último hombre universal en cuanto de abarcar todo el conocimiento se supone. Si, en efecto, éste es el mejor de todos los posibles, miedo dar imaginar cómo (y su porqué) serían los descartados. Un mundo cuyos habitantes tienen que matar para comer (y aun por odio y avaricia) no puede ser distinguido siquiera como posible. Un mundo donde la vida tiene como común denominador de personas, animales y cosas, la muerte, no resulta agradable. Si de mí dependiera, yo inventaría, fácil, un mundo mejor. Y cualquiera.