No, no es que se haya acabado el verano, todavía nos quedan 22 días. Es que se me han acabado las vacaciones estivales y aún ando reponiéndome de la depresión postvacacional. Y lo que no ayuda es volver a la casa de la playa el fin de semana siguiente a haberla ´cerrado´ por el fin de la temporada: Frigorífico vacío, desenchufado y medio abierto para que no huela mal; habitaciones cerradas a cal y canto; la mesita y sillas de la terraza amontonadas en el salón; el olor a cerrado que, curiosamente, se hace en pocos días con las estancias de la casa; el cambio del color del mar... Todo nos reafirma en que lo bueno ha acabado, y que habrá que esperar un año más para vivir durante un mes con esa despreocupación supina de los días del estío. Eso sí, siempre nos queda aquello de «que me quiten lo bailao» y la esperanza de seguir bailándolo muchos años más.