Para no ser creyente, hay que ver lo que me va el olor a los cirios y al incienso. El otro día visitaba Moratalla y entré a la iglesia a ver el famoso y ennegrecido Cristo del Rayo. La talla actual es de los años cuarenta y la oscuridad de la piel es fruto de la policromía. Al original lo ennegreció un rayo que entró por una vidriera a la iglesia e impactó en su torso; aunque, siglos después, no se repitió el milagro y no pudo sobrevivir a la Guerra Civil. Mientras contemplaba la talla actual, me contaron que, como modelo, le sirvió al escultor un tal Cascales, un albañil de Jabalí Nuevo que trabajaba en las obras de la iglesia. Imagino a los siete zagales del tal Cascales viajando en autobús a Moratalla para ver el Cristo; luego, boquiabiertos los siete ante la talla, me figuro al más pequeño preguntando: «Papá, ¿qué haces ahí subido? ¡Baja ya!».