Durante estos últimos días estamos asistiendo a un escenario en el que las organizaciones agrarias de la Región, con toda la legitimidad del mundo, están reivindicando con fuerza la imperiosa necesidad de la llegada de nuevos recursos hídricos a la cuenca del Segura, ante el riesgo cierto de quedarse sin agua con la que poder regar los campos de nuestras fértiles huertas.

Y advierten, también con razón, que esa carencia puede dar lugar a perniciosas consecuencias para la economía regional, tanto de forma directa, con la consiguiente pérdida de producciones agrícolas, y por tanto de los puestos de trabajo ligados a las mismas, como de manera indirecta en otros sectores, que sin duda alguna también sufrirían, en un doloroso efecto dominó, los daños acarreados por esta situación, ante la gran importancia que la actividad primaria ligada a la tierra posee en nuestra Región.

Aunque creo que todos debemos ser honestos, y lo que nunca pueden perder de vista nuestros agricultores es que la única fuerza política que siempre ha estado -y que siempre va a estar- a su lado es el Partido Popular. Comprendemos su preocupación, faltaría más, y por supuesto la hacemos nuestra una vez más, garantizándoles que vamos a luchar hasta la extenuación para que ese agua llegue y además pronto, pero en un Estado de Derecho debemos saber siempre qué terreno pisamos para actuar conforme nos marcan las leyes.

Y lo cierto y verdad es que, al momento presente, la situación es complicada porque un gobierno en funciones se encuentra con serias dificultades técnicas y legales para poder aprobar trasvases extraordinarios. No es cuestión de querer, que tratándose del PP no creo que nadie lo dude, sino de poder. Y para salir de esta coyuntura con carácter inmediato la vía más fácil y directa tiene nombre y apellidos: que se pueda constituir ya un gobierno presidido por Mariano Rajoy. Pero claro, para eso, son otros, y más en concreto el PSOE, el que tiene que querer... Un nuevo gobierno del PP podría, y que nadie dude de que así se haría, poner de inmediato en marcha todos los mecanismos necesarios para que llegara agua a Murcia. Y nos avala nuestra trayectoria para saber que siempre vamos en serio con este tema: fuimos nosotros los que aprobamos hace algo más de una década un Plan Hidrológico Nacional que resolvía para siempre el problema de nuestra sequía, llegando incluso a iniciar las obras del ansiado trasvase del Río Ebro, hasta que llegaron otros, es decir, los socialistas; que fueron los que sin más decidieron eliminarlo.

Y mucho más recientemente hemos visto cómo el presidente Pedro Antonio Sánchez ha conseguido tanto la prórroga del Decreto de Sequía, con todas las importantes medidas anejas que lleva de la mano, como algo que simplemente parecía de ciencia ficción hace ahora algo más de un año: que se subvencione por el Estado el precio del agua desalada para que pueda ser adquirida a un coste competitivo por nuestros agricultores. Es más, el único líder político nacional que tras las elecciones ha puesto encima de la mesa la necesidad de abordar y aprobar un gran Pacto Nacional del Agua ha sido Mariano Rajoy. Es decir, que el PP está por arreglar el problema y además por hacerlo de una forma definitiva, para que el agua -que es de todos los españoles y no sólo de quienes les pasa por la puerta de su casa, como sostiene siempre con acierto Pedro Antonio Sánchez- pueda llegar de manera permanente a nuestra comunidad autónoma. Por tanto, resolvamos de una vez por todas este auténtico día de la marmota en el que vivimos instalados desde hace casi un año y permitamos (o sea, que permita el PSOE) que se pueda poner en marcha el país. El agua es vital para Murcia y si queremos que llegue solo existe ahora mismo una opción: que Mariano Rajoy asuma la presidencia del Gobierno.

Ya no caben más elecciones, ni más despropósitos, ni más jugadas políticas diseñadas exclusivamente para mantener el sillón. España y los españoles no están para más juegos. La Región de Murcia y sus agricultores, tampoco.