La realidad no es otra cosa que el mundo filtrado por nosotros mismos. Es una convención. Por eso una literatura realista no siempre será igual a otra. La España de Galdós nada tendrá que ver con la de Blasco Ibáñez, por ejemplo. Cada autor imprime su mirada y rubrica una fórmula distinta con la que conjeturar el mundo que le rodea. Por eso, los logros de una literatura que aspira a mostrarnos un ´tranche de vie´ serán más o menos válidos si nos subyuga, nos aporta matices nuevos y si además nos demuestra que nuestro ojo no ha sido capaz de ´ver´ otros aspectos de esa realidad. He empezado la reseña de Nuevas teorías sobre el orgasmo -libro de siete relatos del cartagenero Diego Sánchez Aguilar­- porque la primera impresión que nos deja su lectura es la de un autor que tiene un afilado olfato para rastrear en las psicologías de la gente, para diseccionar la realidad física y social penetrando en las mentes de sus personajes. En realidad, personas, que está vivas, que respiran y se mueven como humanos que boquean en el pantano de sus miserias cotidianas.

Este libro es un catálogo de la insatisfacción. Una poética de lo cotidiano con la que Sánchez Aguilar analiza con gran acierto y profundidad el alma humana del hombre contemporáneo y demuestra una sutileza inusual, una sensibilidad extrema y gran capacidad de observación. El sexo es el hilo conductor, más bien la excusa, que vertebra estos relatos. En Comida de empresa nos presenta una estampa típica española, en la que un grupo de compañeros de trabajo ha salido de fiesta. El deseo, la frustración. La soledad y las apariencias conforman un freso interior que sirve de contrapunto a la imagen idílica de ´amigos´ que están pasándoselo bien. Lo mismo sucede en Cuba, un viaje de amigas en el que la confrontación de ideas, los prejuicios y la confirmación de lo patético de algunas conductas sociales nos hacen revisar nuestros propios valores y nuestras convicciones. El protagonista de Gemidos es quizá uno de los puntos centrales de este mosaico de perturbaciones.

Anselmo, un tipo solitario, pusilánime y onanista, que disfruta de su soledad contemplando videos porno y masturbándose de forma puntual, se enamora de una imagen, de una figura imaginaria. Gema, la actriz invisible de sus fantasías, el oscuro objeto de su deseo.

Aquí, como también ocurre en Injusticia o Vecinos, Sánchez Aguilar se vale de precisas pero cáusticas notas a pie de página que de algún modo sirven para resaltar lo patético de los acontecimientos narrados. Como si un notario registrase cada uno de los actos que cada día hacemos sin reflexionar, y señalando con el ceño fruncido a sus criaturas, y por extensión, a todos los lectores. Porque, qué duda cabe que en estas historias, para nada inocentes, sentiremos que mucho de nosotros mismos también está descrito.

Estas historias, muchas en tiempo presente, para generar inmediatez, tienen la virtud de estar escritas con una precisión admirable. El léxico y las construcciones de cada frase son equilibrados y responden con exactitud a la trama.

Con claridad, gran hondura psicológica y un hálito poético que sublima lo consuetudinario, Sánchez Aguilar nos ofrece un catálogo de defectos y vicios que sirven como espejo de nosotros mismos. Una antología de alto voltaje.