«Quien no hace deporte es porque no quiere». Esta frase nos persigue miles de veces a lo largo de nuestra vida y lo peor de todo es que es cierta. El deporte es, gracias a quien debamos dárselas, de las pocas cosas que nos libramos de tener que pagar para poder disfrutarlo. También, están los que en una mañana de entusiasmo deciden acercarse al gimnasio, siempre al más cercano porque para qué andar más, y se apuntan a la desesperada, pensando que la culpabilidad desaparecerá. En verdad, lo único que hacen es abrir un agujero de remordimientos en su cabeza cada principio de mes, cuando su banco les recuerda el cobro que ha hecho el gimnasio y saben que solo han paseado por las instalaciones para poder contarle a sus amigos:«ahora voy al gimnasio, soy deportista». Mientras los ´runners´ disfrutan del deporte como si correr no cansase y cuando pasan, como un correcaminos, a nuestro lado por la calle, nosotros nos dedicamos a criticarles por ´posturitas´, que eso sí que es gratis.