La ONU recomienda que se trabaje de lunes a jueves; la idea no puede ser más sensata. Hay cosas que conviene hacer cuatro días por semana, aunque no sean esas en las que algún lujurioso lector pudiera estar pensando. Lo que la ONU recomienda es que se trabaje tan solo de lunes a jueves. La idea no puede ser más sensata. Alegan los especialistas de Naciones Unidas que esa reducción favorecerá la mejora de la salud pública. Parecen dar así la razón a quienes contradicen la arcaica creencia de que el trabajo es salud.

La más breve semana de faena ayudaría también a crear un mayor número de empleos y los trabajadores serían más productivos para la empresa. No dicen nada que la Historia no certifique. De hecho, la rebaja de la jornada laboral a ocho horas determinó un inesperado aumento de la producción.

Los reaccionarios de entonces calificaban de lunáticos a los sindicalistas que hicieron huelgas hasta abolir los días de 12 y hasta 18 horas de trabajo habituales en la primera época de la revolución industrial. Pero incluso ellos tuvieron que rendirse a la evidencia de que menos (trabajo) puede ser más (rendimiento). Baste el ejemplo de los alemanes, pueblo famosamente trabajador que, sin embargo, le echa a la faena muchas menos horas al año que los españoles o los griegos.

Trabajar en abundancia -aunque no tanto en calidad- ha pasado a ser cosa de chinos; pero incluso esa fórmula tiene fecha de caducidad. Solo es cuestión de que el formidable crecimiento anual de su PIB consolide una clase media con poder adquisitivo. De ahí a que los currantes empiecen a exigir condiciones de trabajo equiparables a las de Occidente no hay sino un paso.

La misma propuesta de cuatro días de trabajo a la semana que hace la OIT de Naciones Unidas se ha quedado ya vieja en la medida que supondría redistribuir el actual calendario laboral en jornadas de diez horas diarias. Con visión mucho más avanzada, Carlos Slim lleva ya tiempo abogando por una semana de solo tres días de trabajo, si bien a razón de once horas por jornada. Aun así, el calendario laboral bajaría de las 40 horas actuales a solo 33, con las ganancias de ocio y productividad que la experiencia acredita en estos casos. El hecho de que Slim no sea precisamente un sindicalista, sino uno de los hombres más ricos del mundo, no hace más que avalar la imparcialidad de su criterio.

Con una o dos jornadas menos de trabajo a la semana, bajarían los atascos de tráfico propios de un día laborable; y en consecuencia la contaminación del ambiente. Mejoraría además la salud y el ánimo general de los trabajadores, lo que sin duda habría de favorecer una mejor disposición para la faena y la productividad. Infelizmente, los gobiernos no están aún por la labor de adoptar esta variante mejorada de la semana inglesa, pero todo es cuestión de tiempo. Y de que los robots entren a saco en las cadenas de producción.