El fulgor que produce en la cabeza una frase brillante; esa media sonrisa de lector embobado; un leve asentimiento, un «eso digo yo» de complicidad con el autor... A veces, la literatura tiene eso: encuentras un libro que pareciera escrito por ti, como si el autor hubiera arañado las paredes de tu cerebro y husmeado en los recuerdos, las percepciones y los ideales para escribirlos, mejor que tú mismo, en un papel que anda por el mundo a disposición de cualquiera. Es una intimidad violada sin que sepas cómo ha ocurrido. Y es bello, emocionante, casi un orgasmo sensorial cuando, por azar o porque lo vas buscando -porque en el fondo uno va buscándose en todas las cosas- te encuentras con ese otro 'yo' que ha puesto sobre papel parte de ti. Ocurrió anoche, en mis manos de lector lento. Un libro elegido casi a suertes por un dado, una historia sin apenas interés aparente y, de pronto, el fulgor, el disparo, la iluminación. Es uno de los regalos de zambullirse en las páginas de un libro. Pruébalo, tal vez tengas suerte.