Un alumno mío nada zumbón y sí muy concienzudo me esperó al final de un examen sonriente (el alumno, que los exámenes no suelen sonreír). «No te quejarás, ¿eh, profe?», me soltó a la primera. «¿Y por qué habría o no habría de quejarme?», le respondí perplejo. «Porque te puse mogollón de acentos.

«Como sé que te gustan tanto...» En efecto, visto el ejercicio, el chaval tildó que daba gloria, acentuó que era un primor: puso rayitas oblicuas que bajaban de derecha a izquierda sobre infinidad de vocales y no pocas consonantes. El folio parecía un cementerio de mosquitos aplastados. No recuerdo qué nota le puse, pues el pobre mostraba grande voluntad de agradarme: de tanto oírme dar la lata con los acentos en mis lecciones, dedujo que era yo un fanático de los mismos, así que toma tildes, será por tildes, ahí van tildes como para una boda. Lo recordé estos días cuando el juego ese de ´Pokémon´, con tilde, anda por todas partes.

Consulto las redes y los foros y no salgo de mi asombro al ver lo mucho que discurre el personal y el mucho ocio que se gasta. Que si la palabra ´pokémon´ viene del japonés a través del inglés, del inglés a través del japonés, del francés, del sursuncordés si lo hubiere. Que si es el resto de un apóstrofo, que si es para que se pronuncie la ´e´ (lo cual me dejó con las patas difusas o patidifuso, quiero decir). La cosa es muy, pero que muy sencilla. Con lo cual, las ganas de complicarla crecen en las mentes desocupadas. A ver: si la palabra ´pokémon´ está ya castellanizada, no debe llevar tilde: y punto pelota.

Debería escribirse ´pokemon´: y ya está. No hay más. Y, a juzgar por las docenas de personas con las que, literalmente y a diario, me tropiezo, el juego de ´pokemon´ es hoy más castellano que la dura estepa por donde el Cid cabalgaba. Si fuese palabra esdrújula llevaría tilde obligatoria sobre la primera ´o´: pero no lo es. Si fuese aguda, habría que tildarla en la segunda ´o´, pues acaba en ´-n´: pero no lo es. ´Pokemon´ es palabra llana (o grave o paroxítona, si se quieren ustedes poner estirados). Y las palabras llanas, en español, no se acentúan si terminan en ´-n´, en ´-s´ o en vocal. Ni ´reclamen´, ni ´deportes´, ni ´cartero´ llevan rayita. Sanseacabó la cuestión. Ahora bien: poco importan estas tiquismicadas a quienes se pasan el día llevándome por delante en las aceras e incluso en descampados, absortos como están en los insondables, para mí, misterios del chisme ese que la industria nos ha impuesto. Seguirán escribiendo ´pokémon´ y al correcto ´pokemon´ que le den morcilla.

En mi humilde opinión, la causa del equivocado acento en ´pokémon´ no se debe a que proceda del japonés o del esperanto o del yupik. Fíjense, como muestra, en estas tres palabras que nunca deberían llevar tilde: ´imagen´, ´examen´ y ´joven´. Pues todavía me duelen los dedos de tachar y tachar y tachar en los ejercicios que me tocaba corregir las erróneas ´imágen´, ´exámen´ y ´jóven´. ¿Cuál era la causa de tanta contumacia? La encontré en lo de siempre: en el prestigio que para muchos hablantes tiene la palabra larga, el burro grande aunque no ande. Así, como el plural de esos tres vocablos sí lleva tilde obligatoria (´imágenes, exámenes, jóvenes´) por ser esdrújulos, los tiernos infantes examinandos la conservaban en su forma singular, en la forma corta. Y con extrañeza me miraban cuando les regañaba, pues debían de pensar lo raros que somos quienes nos ocupamos de estas cosas, los recolectores de palabras. Entonces, como la tendencia continuaba con una fuerza colosal cuando yo dejé la tiza (´dictámen´, ´certámen´... y dale que te pego), nada me extrañaría menos que ´pokémon´ vaya por el mismo lado y triunfe en detrimento del ´pokemon´, y a todos nos ´joróben´ y ´embóben´ con la ´imágen´ de un ´jóven´ o un ´anciáno´ ´amarrádo´ al ´aparatéjo´.