Hubo un tiempo en que hablar de baches era un clásico de la crónica local. La elevación a categoría nacional del bache se le debe al Gobierno Rajoy. Siendo precisos, no suelen ser baches en sentido estricto, sino blandones, grietas, badenes, descarnados, que hacen de la circulación por nuestras autovías un constante traqueteo y bandazo, amen de la tortura psicológica del temor al bache verdadero que pase a mayores y nos rompa algo. Cuando, gracias al AVE, parecía quedar atrás el tracatrá, como un recuerdo de otra España ya ida, ahora resurge en la red de autovías nacionales (de las vías autonómicas y locales mejor no hablar), como un tributo al casticismo, que al final es el estilo de los pobres. De este déficit oculto de nuestras carreteras se habla poco, pero cuando el sistema viario haga de pronto crack, que debe de faltar poco, a lo mejor el asunto comienza a cobrar vida política.