Noche de verano; lo más 'in' quedarse en la desierta Murcia y rastrear el olfato del buen viento. Allí fuimos unos pocos pero buenos amigos, a ver, a volver a sentir aquella gloria furtiva que nos prohibían; que nos siguen censurando. Hemos estado, rememorando, en el espectáculo de 'Zoo Cabaret'; el que ponen en pié, cuando pueden y se juntan las lágrimas del firmamento, y se resuelven provisionalmente todas las dificultades del mundo del teatro y la cultura, en una sola pieza, unos cuantos -no sé exactamente cuantos, aunque sobre el escenario cuento tres actrices y dos actores. Los demás, entre bambalinas, el fraternal equipo técnico de una compañía con vocación interpretativa; con humor, con salero, con desparpajo. Con ese pellizco personal que se manda al público, que es un misterio de quien domina las tablas.

No son elite, no pueden serlo, no pueden ser profesionales, a la forma que se entiende la profesión, pero acumulan gracia y talento, oficio natural, más meritorio aún ese contagio de alegría y cercanía con el público que, riendo a carcajada o sonriendo, lo agradece durante todo el espectáculo que salva todas las humildades de la producción. Música y el gran destino de la mueca y el ejercicio hermoso de la palabra ágil, crítica, ácida, dulce, tierna, pícara, sencilla, acumula virtudes que divierten, que te alivian, que te quitan el pesar y lo abandonan a su suerte por un tiempo que es fugaz para el que lo ha disfrutado. Han resucitado aquel Cabaret que vimos en aquellos viajes jóvenes a países libres y hacerlo desde Murcia, aunque sea con amor, y sobretodo con amor, es muy importante y muy de agradecer. El espectáculo brilla con sus plumas y sus corsés, y sus ligueros y sus ironías y sus apuestas por poner en ridículo estos tiempos taciturnos y sin sentido.

No he invertido nunca mejor unas monedas; lo que te cobra un aparcamiento infame por cederte una plaza para el coche por el mismo tiempo de acción teatral que ellos nos han inyectado en vena de forma inesperada para los que vivimos paralizados en los grandes temas que nos hastían sin darnos cuenta. Ellos derriban las luces antiguas, iluminan las sombras y nos regalan las lentejuelas para que respinguen nuestros corazones. No era de esperar un final tan soberbio, el himno de los Dinámicos Manolo y Ramón, el Resistiré superviviente de cualquier catastrofismo, el enervante karaoke que cantamos todos juntos. Nos habeis limpiado la mirada con un soplo de maquillaje. Eso es el teatro, eso es la vida, eso es el Cabaret. Gracias a todos los que lo habeis hecho posible con vuestro, nuestro, 'Zoo Cabaret'.