Año 1982: Referéndum sobre la permanencia en la OTAN. El PSOE ha hecho campaña en contra de la entrada en la organización militar del Atlántico norte. El revuelo es considerable: el partido conservador por aquel entonces, AP, ferviente partidario de la NATO, propone a sus electores la abstención. Quien hacía bandera del antimilitarismo, se apunta.a la permanencia. ¡Feliz no cumpleaños!, deseaba Lewis Carroll a su sicalíptica Alicia. Paul Klee, pintor abstracto cuando la metafísica entraba en las pinacotecas, hablaba del ser-nada, como un punto gris que era el concepto no conceptual de la no contradicción. Quizás como metáfora política resulta de lo más expresivo.

Al margen de mi opinión, siempre personal -pero como Neruda, confieso que he vivido-, las razones de Estado son bien notables: un país que no es nadie en el panorama internacional, que acaba de salir de una dictadura que nos ha tenido durante cuarenta años al margen de la Historia, sin ser potencia económica, ni mucho menos diplomática y desde luego, para nada, militar. No queda más que estar con nuestros aliados, a los que admiramos y queremos parecernos. Cuando quieres ingresar en un club selecto y elitista, puedes tratar prudentemente de hacer gala de tus conocimientos o mostrar tus méritos sociales y, sobre todo, hacer mérito de la paciencia, pues nunca será virtud el desplante y la impostura. Jamás te lo perdonarán. El club de los países civilizados, de las democracias consolidadas y las más competitivas economías de mercado, exige también la afiliación a su asociación de esgrima.

El González de entonces es director de orquesta, a la manera de un soberbio Karajan o un talentoso Bernstein, pero esgrime su batuta ante un coro de grillos. Depliega sus recursos retóricos en tres contraprestaciones: compromiso de no integración en la estructura militar -perfectamente asumible, tratándose de un club de lectura-, no almacenamiento de armas nucleares -total, nuestra aportación armígera no era notable ni para un ejército convencional- y reducción de la presencia militar norteamericana. Si eso no está ya pactado con EE UU y su reconversión estratégica global, es que somos de verdad tan despistados como el Cuervo Ingenuo de Javier Krahe. Aznar se encargará que los tres presupuestos sean, no ya papel mojado, sino pura especulación arqueológica en la estratificación del boletín oficial.

Sin embargo, el argumento del mitin y su venta política es que España quedará fuera del progreso y de la tecnología punta. Dime, lector amigo, si la retórica no es el arte de vestir la argumentación con los recursos del lenguaje.

Verano de 2016: Treinta años más tarde. Hoy tenemos la administración electrónica y quiero pensar que ha sido fruto de aquella apuesta por la tecnología punta „léase también sin la ´n´ como coda silábica de punta„. El mundo virtual adolece por carencia de virtudes, teologales y cardinales, fugadas para siempre. Después de contemplar durante horas el espejo espejito que tenemos cual Narciso, para presumir de seres tecnológicos, repito paso a paso los mismos procedimientos en uno y otro navegador. Juro que jamás creí ser el capitán pirata de Espronceda delante de un teclado. Y luego en otro ordenador distinto como si la imagen del espejo no se repitiera ´ad infinitum´, con el mismo e idéntico resultado. La tripulación en forma de máquina virtual Java me vuelve a varar en una playa ignota. Pero no soy héroe cual Ulises, el de los mil ardides, y no estoy preparado para navegar por el reino acuífero de Poseidón. Ni siquiera para sufrir sus telúricos tormentos, pues también era el dios de los terremotos.

Cuando por fin este nuevo espejo espejito me devuelve el reflejo de mi nombre con caracteres en negrita -¡voto a Dios que me espanta esta grandeza y que diera un doblón por describilla!-: la máquina me reconoce a través de un puerto -en argot marinero así se llama al que se ancla con un dispositivo externo USB y no se ve-. Pienso en la máscara jurídica que es la personalidad, en que ya soy sujeto de relaciones tecno-jurídico-virtuales (tan ficticias como el mismo concepto de capacidad jurídica). Reclaman mi código PIN como si fuera el bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, pero no es más que para hacerme entrar en un bucle infinito que más parece el Laberinto del Minotauro. Y ahí me doy cuenta que olvidé el hilo de Ariadna. Imposible encontrar la salida.

Como la madrastra de Blancanieves delante de su antiguo ´personal computer´, veo grabadas las letras tarjeta inteligente, cual si escuchara reina y señora, tú ya no lo eres. Es entonces cuando juro en una lengua muerta que desconocía. Alguien a mi lado dice que es arameo. Definitivamente acabo de ser víctima de una posesión diabólica.

Sentado frente a un café anoto que me encanta ver la luz de la mañana derramada sobre tu pecho mientras escudriñas el significado de unas letras que, salidas de mi mano, captaron tu atención.