La fuerza de voluntad no sirve para la vida. Hacer algo apelando a la fuerza de voluntad no deja de ser hacer algo en contra de ti mismo, esto es, hacer algo que en realidad no quieres hacer. Así que, probablemente, al final no lo hagas. Esto es aplicable al amor y a dejar de fumar. Cuando explico que he dejado de fumar, algunas personas lo celebran en plan: «¡Qué fuerza de voluntad tan fuerte tienes!» Y es todo lo contrario. En el colofón del famoso libro de Allen Carr (un señor que acabó muriendo de cáncer, de todo lo que había fumado) se explica un truco muy sencillo para aparcar el sucio hábito sin apenas esfuerzo. Tienes que fumarte tu último cigarro de modo consciente, es decir, sin interferencias del entorno: a solas en tu casa, con la tele apagada, con el móvil lejos. Lo único que has de hacer es fumar. Concéntrate en cada calada. Fíjate en el sabor. Y en el olor. Trágate el humo. Fúmate el cigarro entero, aunque te esté dando asco y te apetezca apagarlo a medias. Oblígate a fumar. Y, cuando por fin lo apagues, piensa en lo maravilloso que va a ser no tener que hacerlo nunca más. Así dejas de fumar simplemente porque fumar no te gusta. De nada.