Lo de Turquía es un ejemplo más de que la leyenda urbana del sapo que puedes cocer siempre que vayas calentando el agua poco a poco, mientras que se escaparía si intentaras meterlo en agua hirviendo directamente, siendo completamente falsa pero muy didáctica, también funciona como ejemplo para diferenciar la eficacia de los golpes de Estado a cámara lenta, de los que se intentan dar con tanques en la calle y a lo bestia.

Porque no hay que engañarse. Recep Tayyik Erdogan lleva una década al menos dando un golpe de Estado a cámara lenta, empezando por el acoso sistemático a la prensa disidente, continuando por un control férreo y con continuas depuraciones del Ejército y de la judicatura, inventándose un enfrentamiento donde inicialmente había conseguido un razonable acuerdo de pacificación con la minoría kurda y terminando con una agenda de reformas constitucionales que conducen inexorablemente a una presidencia personalista, omnipotente y vitalicia.

Y todo ello imponiendo una visión cada vez más cercana a la de un régimen islámico, intolerante moralmente con los otros e intrasigente con todo lo que suene a las decadentes costumbres occidentales.

Probablemente conscientes de este camino sin retorno que aleja a Turquía de cualquier opción de integración en Occidente en general y en la Unión Europea en particular, y desconociendo estúpidamente el tipo de mundo en que vivimos en la actualidad, un grupo de militares turcos con poco cerebro y menor inteligencia estratégica, han proporcionado a Erdogan la excusa perfecta que necesitaba para acelerar el proceso de depuración de la disidencia, real o supuesta, y agitar aún más su hoja de ruta autoritaria.

Esperemos que la cosa se quede aquí de momento, y que esto no nos lleve a una escalada aún mayor en el el enfrentamiento de Turquía con EE UU, la OTAN y Occidente, y en el alineamiento del país con otros autoritarismos en fase mucho más avanzada y descarada como el ruso. Son malos tiempos para la democracia occidental, sobre todo si sobre este caos se alzan los populistas de variado cuño que amenazan con llevarnos a un desastre de proporciones, esta vez sin exagerar, realmente bíblicas.