Filtros verdes y una cosa de nombre tan raro como la bioelectrogénesis podrían ser actores muy importantes en la solución del gran problema que tiene el Mar Menor (y con él, del problema que tenemos todos) con la acumulación en sus aguas de nitratos y otros nutrientes procedentes fundamentalmente de la agricultura. Por ahí da la impresión de que va el camino y por ahí parece que se van dando ya los primeros y potentes pasos por parte de la consejería competente en el asunto. De modo que ¡adelante!

Aunque no son soluciones mágicas, los filtros verdes están dando buenos resultados en otros lugares con problemática parecida. Hay más ejemplos internacionales, pero el más cercano lo tenemos en la Albufera valenciana, en donde el proceso registra ya mucha experiencia y los resultados parecen ser esperanzadores.

Un aspecto particularmente interesante de la opción de los filtros verdes para paliar la contaminación inorgánica de la agricultura es que utilizamos como aliados los elementos de la propia naturaleza. Ingeniería ecológica a su alcance. Construcción de uno (el Albujón) o dos (el Albujón y Miranda) o más número (quizás sería preferible) de humedales artificiales en los que un lecho drenante y plantas con alta capacidad de absorción de los nutrientes harán por nosotros el trabajo.

Para la bioelectrogénesis, una opción de apoyo aún en estado más experimental pero que también parece interesante, la naturaleza también se muestra como nuestra mejor aliada para paliar el problema. Otras especies, en este caso bacterias electroestimuladas, pueden encargarse de convertir el nitrato de las desalobradoras del Campo de Cartagena en nitrógeno al aire.

Los filtros verdes, si además están bien diseñados, pueden ser también una interesante aportación paisajística e incluso ecológica para un área a la que estas aportaciones le vendrían especialmente bien. El filtro verde no deja de ser una obra humana, pero por sus características, y ya digo dependiendo del diseño, puede pasar por una pieza más de la naturaleza.

Yo quisiera imaginar, además, un escenario de más largo plazo en el que la agricultura del Campo de Cartagena fuera menos intensiva en nitratos porque al menos una parte relevante de su producción girara hacia la agricultura ecológica. Ya entiendo que esto no es fácil y que es necesario defender la rentabilidad actual y la potencia exportadora, pero quizás rentabilidad y potencia exportadora podría ser precisamente el argumento que haga esto posible, al calor de la tendencia creciente en toda Europa (y en Gran Bretaña, vaya por Dios) al consumo de alimentos ecológicos y de calidad que resisten un mayor precio de venta. Expertos habrá en las empresas agrícolas murcianas que lo vayan estudiando.