«Recibí regalos de boda, no dádivas». Formalmente es así, salvo si los invitados a tu boda son los amigos de tu papá, presidente de la Comunidad, y esperan de él una disposición positiva para recalificar unos terrenos en los que promover un proyecto urbanístico multimillonario. Casi que tendrías que plantearte que, en realidad, el regalo que recibiste del jefe de Hansa Urbana fue poca cosa a la vista del beneficio que el fulano esperaba obtener. Comparto tu íntima impresión, aunque no la expreses: qué tipo más rácano. Galea, tío, estírate algo más.

«En esa época se usaban esos billetes habitualmente [los de quinientos euros]». Correcto. ¿Quién podría negar que en ´esos años´ la corrupción se identificaba con el uso de los billetes de quinientos euros? En la vida cotidiana nadie los ha visto, pero sabemos que hay quienes los utilizaban con toda normalidad. Vosotros tuvísteis el privilegio de manejarlos. Gracias por admitirlo.

«Estoy agobiada por ser hija de quien soy». Pero vamos a ver, si no fueras hija de quien eres, ¿cómo habrías conseguido ingresar 123.000 euros en regalos de boda? Piénsalo un minuto.

Qué sí. Que el derecho a la defensa es libre. Pero, oiga, no ofendan al patio.