Para los que dudan de lo necesario que es un mayor reparto de la riqueza baste decir que alguien acaba de pagar en Múnich (Alemania) 3.000 euros por unos calzoncillos de Göring. Eran de seda los calzoncillos del gusano que fue lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la aviación nazi. Otro comprador consideró que unos calcetines de Hitler valían 18.000 euros, quizá porque estuvieron entre la piel del dictador y el cuero de la bota que aplastó Europa pero pagó más por un emplasto de fetichismo y prosa de documental de mierda del Canal Historia que por un objeto que explique algo del protagonista de una guerra con más de 50 millones de muertos.

Este relicario nazi „subastado bajo el título irónico e hipócrita de «Hitler y los líderes nazis, una mirada única al interior del mal»„ procede de la colección de un médico de los jerarcas nazis durante los juicios de Núremberg y parte irá a dar a un museo. Para los que dudan de lo necesaria que es una reducción del número de museos baste decir que habrá uno en el que se exhiban unos calzoncillos de Göring o unos calcetines de Hitler. Un espejo de pie, al lado de cualquiera de estas prendas, ayudaría a que el visitante reflexionase qué esperaba descubrir del interior negro de los jerarcas nazis en su ropa blanca.

La reflexión puede extenderse a toda la industria tras el fenómeno Adolfo Hitler, tan pop como el de Marilyn Monroe, con millones de seguidores de miles de horas de documentales patrañescos, no más disparatados que los tiburones zombis nazis voladores de las ´peliculocas´ baratas de internet y millones de seguidores. El enigma llega al callejón oscuro de la nueva política ascendente en la vieja Europa, votada por potenciales espectadores de los calzoncillos de Göring y los calcetines de Hitler, cuya existencia demuestra lo necesario que es un mayor reparto de la riqueza.