Como saben, tengo la costumbre de leer el mismo libro varias veces. Supongo que a muchos le parecerá extraño e incluso aburrido, pero a mí me encanta. Cada ocasión es distinta, pero la sensación de volver a un lugar, a un tiempo y a un espacio que está ahí solo para mí esperando para sorprenderme siempre es la misma.

Dime quién soy es una novela que he leído en años y estaciones diferentes. Después de cinco años y conociendo de antemano la trama y el desenlace, me sigue sorprendiendo que todavía despierte en mí los mismos sentimientos que la primera vez y al mismo tiempo saque a relucir otros nuevos.

Lo que más me llama la atención de este libro son los sentimientos encontrados que me provoca; me encanta la historia, los personajes secundarios y los escenarios en los que se desarrolla la trama, pero curiosamente detesto a la protagonista. Su existencia, aunque ficticia, me saca de quicio. Me irrita prácticamente desde el principio. Cada año y en cada lectura me esfuerzo encarecidamente por conseguir entender sus acciones poniéndome en su lugar, pero por más que me esfuerzo me resulta imposible.

La protagonista es un personaje difícil con un carácter lleno de contradicciones donde al lector, por lo menos en mI caso, le resulta imposible definirla como blanco o negro. Sus peripecias la conducen a situaciones fatales que podría haber evitado y que según en qué capítulos el lector tienen la sensación de que ella misma se ha buscado. No quiero decir que se la merezca, algunos pasajes de su vida son bastante atroces y crueles para sentir que se lo ha ganado, pero sus experiencias trágicas no responden al azar o a la suerte, simplemente a una personalidad fantasiosa, cursi y soñadora.

Sin embargo y al mismo tiempo debo reconocer que dentro del personaje hay cierta coherencia en relación a su postura vital que permanece inalterable pese a su carácter contradictorio. Tiene una personalidad que intuyo despertará entre los lectores pasión en unos casos y animadversión en los otros. Personalmente, pese a al pacto que mantiene con ella misma, a mí se me antoja una mujer egoísta que para nada alcanza en ninguno de los pasajes la categoría de heroína.

El resto de personajes me encantan. A todos les guardo cierto cariño y son una de las razones por las que he vuelto en más de una ocasión a su encuentro. Me gusta que me cuenten a través de distintos ojos, pertenecientes a estratos y mentalidades diferentes, cómo era el Madrid de los años 30 o la Barcelona rebelde inmersa en el caos de la contienda civil, conocer los referentes literarios de aquellos días, las calles de un Berlín plagado de banderas rojas, blancas y negras o la vida social en Argentina entre otros detalles de una de las épocas más convulsas y apasionantes de los años previos a la II Guerra Mundial.

Julia Navarro hace un repaso por la historia de los años que marcaron un antes y un después en el siglo XX con un acierto y un conocimiento profundo de los conflictos que resulta apasionante cuando menos. Se nota que la escritora conoce bien el tema porque lo refleja de forma sencilla y transparente facilitando al lector la compresión de una época lejana que en un punto del relato se convierte en propia y resulta cómodo y sencillo meterte en los zapatos de la vida de aquellas gentes que a pesar de los conflictos rebosaban de ilusiones, deseos y esperanza.

Una novela de la que no quiero desvelar nada porque, como he dicho de otros libros que he comentado por estos lares, merece la pena leerla y vivirla por lo menos una vez.