A la hora en que mi equipo se jugaba la vida, la chavalita con la que empezaba a salir propuso ir al cine de arte y ensayo a ver Cuerno de cabra, una peli dramática búlgara. En la entrada coincidimos con uno de mi quinta que, por el pinganillo en la oreja, debía llevar más tiempo festeando. Me las ingenié para, en la oscuridad de la sala, tenerlo en el punto de mira y poder seguir así los dramas. El búlgaro, desde luego, se las traía. Pero por lo que no he olvidado la sesión es porque, mientras el padre planeaba en la montaña la venganza contra el grupo de turcos que los desgració, se oyó ¡Gooooooool! La chavalita vio cómo me caían dos lagrimones y me dijo: «Sabía que iba a conmoverte».

Además de sufrir, a los hinchas con otras inquietudes no nos ha quedado más remedio que defendernos constantemente del por qué de esa imbecilidad. De tal suerte que, cada vez que un intelectual del corte de Vázquez Montalbán, Galeano, Villoro o Javier Marías salían en auxilio, nos tirábamos en plancha. No obstante, hay algo aún peor para la salud mental del incondicional y es acceder al mundillo por dentro. Es como cuando tienes que decidir a quién votar y encima conoces el paño de primera mano. Resulta necesario tener una fe a prueba de bombas para no quedarse en casa. De la pléyade de protas que compone el invento que gira en torno a la pelota he tenido la oportunidad de tratar a una cantidad representativa de ellos y, entre todos, consiguieron retirarme del vicio durante una temporada.

Que recuerde, sólo ante Di Stéfano, Luis Aragonés, Joaquín Sierra ´Quino´ „hijo de poeta y primer presidente de la afe„ Rafa Marañón, Daniel Solsona, Quique Hernández... he sentido que me interesaba lo que contaban. Y, aunque hoy en día es más difícil saber cómo va a tirar el penalti Sergio Ramos que por dónde saldrá la UE, lo que identifica al central y a buena parte de su profesión es la forma en la que sorprenden al respetable con el modelo de peinado elegido para lucir en esa jornada.

¿Lo ven? Por fin utilizan la cabeza.