Nada más dejar atrás la oscuridad a mediados de los 70 e inmerso todo quisque en la ardua tarea de recuperar el norte, desde el pecé se miraba por encima del hombro a los sociatas y se hacían cruces „conciliación nacional„ preguntándose con toda la razón dónde estaban éstos durante los duros años de la clandestinidad. Y mientras seguían dándole vueltas a que era el partido quien representaba las esencias de la lucha antifranquista, sus reconstituidos oponentes del flanco izquierdo lograron, desde los iniciales 118 escaños al récord de 202 cuando la toma del poder, poner a Carrillo en la cifra de cuatro diputados contándose él y sin cejar de preguntarse qué había pasado. Pues que aquella hornada de jovenzuelos provenientes de una uni contestataria, a la luz de profesores hartos de estar hartos, se ramificarían en despachos laboralistas, movimientos ciudadanos, librerías comprometidas, ambientes de teatro independiente y demás conectando con grandes capas ansiosas de un tiempo nuevo a través de un socialismo suavecito, mucho aire fresco y el inmenso carisma de un Felipe que, cual Serrat, cautivaba desde el escenario.

Hoy es el partido que más ha gobernado España desde el empute que se cogieron los comunistas el que, mirando con complejo de superioridad, se pregunta de dónde han salido éstos de Podemos. Pues de la uni, con prácticas en Latinoamérica como parece claro; algún coqueteo en IU donde no les dieron bola porque muy marcados ideológicamente no parecen; tele a babor y estribor; capacidad para encauzar en un movimiento representativo el malestar reinante y conexión instantánea con el personal que habita en la red, donde con iniciativas han atrapado a millones de entusiastas que andan jodidos.

Ya en junio del 86 los socialistas pidieron que los siguieran tras haber hecho trizas a no pocos de la cuerda con lo de la otán. La socialdemocracia a la que sí pertenencen pervive entre el anquilosamiento y la complacencia. Por pedir que no quede. Pero, en fin, mucho no es que ofrezcan.