Descartada una tercera ronda electoral, habrá esta vez que cuadrar el círculo. Y casi con toda seguridad con números similares y con las mismas cabezas pensantes. La única (y no pequeña) novedad será el llamado sorpasso. Es lo que pronostican las encuestas, incluida la del CIS. Y lo que evidencia el cambio de actitud de Susana Díaz, que ahora sí, a diferencia de lo que hizo el 20D, apoya, y con qué brío, a su jefe de filas.

Demasiado tiempo ha tardado el PSOE en darse cuenta de que estaba ante un adelantamiento anunciado. Ante un cambio de escenario inexorable. Es lo que tiene haberse convertido en un partido de taifas. Con barones y baronesas imponiendo su ley no sólo en su territorio sino teledirigiendo al propio Sánchez, que ha tenido más trabajo y mareos dentro de su partido que fuera. Que no pierdan, por lo tanto, el tiempo ahora estos barones buscando culpables fuera. El peor enemigo del PSOE sea probablemente, como se viene observando estos últimos años, el propio PSOE.

Quien sí gana en este nuevo escenario político es la confluencia entre Podemos e IU. Una coalición que está llamada, si supera al Partido Socialista tanto en votos como en escaños el próximo 26J, a convertirse en el referente del bloque político de la izquierda. Si el PP, corroído por la corrupción y lastrado por su nefasta gestión al frente del Gobierno, sigue estancado en los 120 escaños, y Ciudadanos, como se augura, ha tocado techo, entonces sólo habrá tres opciones posibles: o un Gobierno en minoría de Rajoy, inviable a todas luces; una gran coalición PP, PSOE, Ciudadanos, letal para los socialistas, o un Gobierno alternativo de izquierdas de Unidos Podemos con el PSOE.

Uxue Barkos, presidenta de Navarra, no lo ha podido decir más claro. «El sorpasso en sí no soluciona automáticamente nada. O negocian, o gobernará Rajoy». Que no piensen ni Iglesias ni Garzón que el hecho histórico de superar al PSOE para convertirse en jefes de la oposición puede satisfacer a un electorado que, también según la encuestas, apuesta mayoritariamente por el cambio. Si no son capaces de sentarse a negociar, ahora de verdad, habrá otra vez Gobierno de Rajoy. La necesidad de hablar, de llegar a acuerdos, de acercar posturas, de renunciar a maximalismos, sigue estando ahí mucho más que antes. Así que no se equivoquen, ni unos ni otros, en esta segunda ronda porque los electores, como los carteros, llaman siempre dos veces pero no más.

A la ´segunda´ esta vez tendrá que ir la vencida. Unidos Podemos podrá gobernar, sí, pero sólo si llega a acuerdos con el PSOE. Y el Partido Socialista sólo podrá poner en marcha su programa progresista de cambio con el apoyo de Unidos Podemos. Es lo que ambos están haciendo en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. No hay ninguna razón para que no hagan lo mismo en el Gobierno de España.

En estos días de fútbol, de Eurocopa, de estrategias sesudas en el terreno de juego y batallas campales en las gradas, no habría que dejar de leer el tratado de Wally Rosell, citado por la hija de Albert Camus, que lleva por título Elogio del pase. En política, como en el fútbol anarco-camusiano, el balón no es el atributo de ningún poder. «El jugador que lleva el balón no es el propietario del balón». Tampoco el político es dueño de ´sus´ votos, por muchos que éstos sean. Sí son ambos, en cambio, el político y el futbolista, dueños de su acciones. Son libres de jugar solos (como en la pasada legislatura) o colectivamente (como debería ocurrir en ésta). Deberían saber, en cualquier caso, que tanto en fútbol como en política, quien lo haga solo se estrellará, no podrá progresar, ni siquiera sobrevivir.

En ese equilibrio entre acción individual y sentido colectivo veía Camus la base de una sociedad verdaderamente democrática. Seguir chupando balón en la izquierda no puede llevar muy lejos. Mejor un juego colectivo para marcarle goles a la precariedad y a la desigualdad.