El Mar Menor está turbio. Ya lo estaba el verano pasado, verdoso. En los arenales, por primera vez en mi vida no podías ver el fondo. Hace unas semanas parecía más un lago que un mar. Recuerdo cuando era niño que durante unos veranos proliferaron unas algas con forma de coral, pero muy suaves. Las llamábamos Valderramas, porque parecían el pelo del 10 colombiano. Había de todos los tamaños, algunas eran enormes, y escondían anguilas. Aquellos corales Valderrama desaparecieron.

Después hubo unas algas verdes, pequeñas, que parecían prados de césped en el fondo del mar. Había quien decía que eran medicinales, y las recogía en tarros para embadurnarse, como con los lodos€ En la zona del Pedrucho había un campo de algas y ostras, junto a las roquicas que asoman. También desaparecieron. Como los pitufos, unas flores que surgían de la arena y que había que sacar con fuerza y lucha, porque servían de cebo para la pesca€ y que también fueron desapareciendo.

Los caballitos de mar, las agujas verdes y azules, las gallinetas€ Han ido y venido estos años, hasta ser cada vez más difícil de ver. Ahora hay magres, que antes sólo se veían en el Mayor, y lo que sigue fiel a su cita, es el langostino con su pelaje tigre y su saladica alma. Los lodos hace años eran más oscuros, luego fueron más grises, y ahora son casi blancos y brillan, al menos los de las últimas playas de La Manga, en los que siempre hay guiris embadurnándose y riendo.

Durante años, hubo temporadas, semanas largas, en las que el Mar Menor se llenaba de huevos transparentes. Bolsicas viscosas, que suponíamos, eran de medusa. Hubo un par de veranos que algunas mañanas las playas estaban plagadas.

También pasó aquella época. Luego llegaron los veranos de las medusas magdalena, o huevo frito. Hace ya menos tiempo. Cada verano iba a más, hasta que vimos una auténtica invasión de medusas que obligó a poner redes. Entre las magdalenas empezaron a colarse otras medusas blancas y violetas, enormes, que sí picaban€ y hace dos veranos, desaparecieron todas.

Hoy (por ayer) he paseado por el Mar Menor un buen rato, recordando cómo pescábamos zorros en ladrillos, y todos estos episodios, y está turbio. Dicen los pescadores que hace unas semanas estaba más oscuro, y que ahora vuelve al verde que cerró el verano pasado.

Que el Mar Menor es un sitio único en el mundo es evidente, y que su ecosistema, torturado por miles de agentes externos, ha ido variando y cambiando, también lo es. Yo, será que soy ingenuo, aunque prefiero llamarlo mentalidad positiva, creo que estamos a tiempo, no porque hayamos hecho nada bien, sobre todo porque el Mar Menor tiene arterias de vida con el Mediterráneo, es un mar, no una laguna salada, ni un mar interior, (echen un vistazo a lo que pasa con el Mar de Aral o el Caspio), y con decisión y su fuerte capacidad de readaptación, estoy seguro de que saldrá adelante, con el apoyo y el diálogo y con decisiones que nos pueden dar mucho más que quitar. Por eso hoy escribo en positivo del Mar Menor, porque estamos a tiempo, porque todos los análisis, a pesar de su aspecto, indican que las aguas son aptas y con calidad, y porque sigue siendo un lugar único en el mundo. Vale.