Hace ya varios años, mi padre comentaba que en algunas obras de las que era responsable le era difícil encontrar y contratar a trabajadores. Al parecer, esto se debía, por un lado, a las exigencias desmesuradas de los sindicatos y, por otro, a que, entre las ayudas municipales y el paro, muchas personas cobraban casi igual sentados en el sofá de su casa que trabajando. Por aquellos años, recuerdo que alentadas por políticas sociales erróneas, muchas personas se inscribían en el paro „incluso personas que nunca habían trabajado ni pensaban trabajar jamás„ por si podían rascarle algo al Estado. Ya sé que este tipo de declaraciones molestan a algunas personas, especialmente a aquellos que jamás han dado un palo al agua y a los que les gusta disponer del dinero de los demás, pero que sea incómodo de oír no significa que no sea rotundamente cierto. Y todos sabemos de lo que hablamos.

Hoy en día, debido a la crisis, la situación ha cambiado, pero tampoco sustancialmente. De cada diez euros que ingresa el Estado en sus arcas, nueve proceden de los sueldos de los trabajadores. En España hay alrededor de diecisiete millones de ocupados y unos 47 millones de habitantes. Es decir, que cada ocupado sustenta los servicios de tres personas. Si tenemos en cuenta que los ricos y grandes empresarios suelen tener su dinero en paraísos fiscales y que apenas contribuyen, que los políticos suelen ser corruptos y dan menos de lo que reciben, y que algunos familiares cercanos a la Casa Real presuntamente se benefician de amnistías fiscales, ya saben ustedes por qué lo que cobran a fin de mes es muchísimo menos de lo que deberían cobrar.

A parte de esto, vivir del Estado „es decir, del dinero de los demás„ es algo que en España siempre se nos ha dado muy bien. Existen Ayuntamientos y Comunidades autónomas donde, por ejemplo, se dan ayudas de 110 euros por hijo a las familias con hijos, ayudas para reparación de electrodomésticos, ayudas para el pago de la luz, ayudas para el pago del agua, ayudas para la compra de material educativo, ayudas para el pago del comedor escolar, ayudas, en definitiva, que todas juntas pueden suponer para una familia con cinco hijos unos mil euros al mes. Evidentemente, hay familias a las que una situación de paro de larga duración y dependiente de las ayudas sociales les supone un enorme problema moral, ético y emocional, y que lo que más desearían sería no tener que necesitar esas ayudas. Pero también es cierto que muchas familias se han acostumbrado a vivir de eso modo y que jamás se han planteado devolverle al estado todo el dinero que están recibiendo de él.

Hace unos días, los suizos rechazaban con una mayoría aplastante establecer una ´renta básica incondicional´ (RBI) de unos 2.200 euros para todos los ciudadanos que no ejercieran actividad lucrativa alguna y para todo aquel cuyo sueldo fuese inferior a esa RBI. Por fortuna, en Suiza todavía reina la sensatez, y saben que lo que quieren los ciudadanos es un trabajo digno con un sueldo y un horario digno. Allí saben que las ayudas sociales indiscriminadas, sin tener en cuenta las circunstancias, sin exigir algo a cambio, es de todo menos justicia social, porque vivir del esfuerzo de los demás no es solidaridad, sino pura jeta. Allí lo saben, y por eso están donde están. Aquí también lo sabemos, pero decidimos ser corruptos desde el que gobierna hasta el que pide frente a El Corte Inglés. Y también por eso, estamos donde estamos. Lo malo del asunto es que, por desgracia, todo eso lo pagamos entre usted y yo.