Pedro Antonio Sánchez se está consumiendo a fuego lento y sus partidarios, aunque no quieran darse públicamente por enterados, lo saben. El espectáculo de adhesión al ´líder´, protagonizado por decenas de cargos electos del PP regional el pasado jueves en la Asamblea, lo corrobora. En circunstancias similares, Camps o Barberá recurrieron a este tipo de movilizaciones, con el resultado que ya conocemos. Por mucho que lo intenten, no podrán minimizar el impacto producido por el informe elaborado por la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil en el que se le relaciona con la trama Púnica. Tampoco les va a servir mucho recurrir a la consabida teoría de la conspiración, de la ´persecución judicial´. Un pataleo al que tiene derecho cualquier acusado. Maquinar un acto delictivo, aunque no se consuma, es casi tan reprobable como llevarlo a cabo. Si ha habido ´concierto´ con la trama corrupta, como afirma la Benemérita, por los correos interceptados y las llamadas telefónicas intervenidas con autorización judicial, la imputación será inexorable.

Mientras tanto, la oposición tiene motivos para frotarse las manos y relamerse ante la pieza que en términos cinegéticos está a punto de caer. Cuanto más se resista, más se siga aferrando al cargo, más dura será la caída. Es lo que más conviene a quienes aspiran a sustituirlo: que en la defensa numantina de su persona y su cargo arrastre a su partido. Una sencilla dimisión a tiempo dejaría a sus detractores sin munición política durante meses; su apego al cargo les insufla, por el contrario, fuerzas para seguir dándole leña al mono, que como decía aquel programa televisivo, es de goma.

Lo de PAS hace tiempo que degeneró en culebrón político. Mucho antes, incluso, de que estando imputado concertara supuestamente con la Púnica un contrato para limpiar su imagen en internet. A partir del momento en que Valcárcel ideó aquella operación de ingeniería política consistente en colocar a Garre de presidente ´sin funciones´ mientras se trabajaba en la desimputación de PAS, la política murciana pasó de ser una política de cortijo a ser una política de vodevil, de revista provinciana o tragedia bufa, según se mire.

No es infrecuente que en el teatro de la política se muera matando. El actual presidente de la Comunidad Autónoma no es ni el primero ni será el último que interprete ese papel. Está por ver, sin embargo, que a estas alturas, con la mochila que lleva a cuestas, con el ´pasado sombrío´ que arrastra, le sirva de algo. Tres frentes abiertos, tres causas pendientes con la justicia, son muchos frentes y causas de los que salir indemne. Púnica, Auditorio, Rambla de Nogalte: no hay día en que una nueva información no venga a ensombrecer ese pasado. No hay día en que una nueva sospecha de corrupción no venga a cruzarse en su camino.

Y si de teatro político hablamos, recurramos al dramaturgo ciezano Fernando Martín Iniesta, autor de una pieza teatral con un título tan sugerente como Quemados sin arder. El oxímoron lo dice todo. Se puede estar liquidado y amortizado políticamente pero seguir actuando como si aquí no pasara nada. Llegados a este punto, el PP debería plantearse si le ha merecido la pena sufrir el desgaste que ha supuesto mantener contra viento y marea, con imputaciones, desimputaciones, reimputaciones, informes de la Guardia Civil o de la Fiscalía por medio, a un candidato con este pasado. Y sobre todo, si le sigue mereciendo la pena empecinarse en mantener a un presidente que está inexorablemente quemado aunque no haya ardido políticamente todavía. Algo que no tardará mucho en ocurrir.